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Cuidar de mis hermanos

Matutinas para Mujeres 2020

El Señor le preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?». Caín contestó: «No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él?»» (Gén. 4:9). Han pasado muchas generaciones desde que Caín se manchó las manos con la sangre de su hermano Abel, y todavía nos resistimos a cuidar de las personas que nos rodean, que necesitan ser advertidas del peligro del pecado.

No solo eso, sino que en ocasiones incluso no nos sentimos incómodas tras haber hecho daño a alguien con nuestras palabras, nuestra conducta o nuestra envidia. Pero la Biblia deja claro que sí hemos de sentirnos llamadas a cuidar de nuestros hermanos y hermanas.

Ya desde el Antiguo Testamento, Dios dio importancia a la figura del centinela. Eligió vez tras vez a personas cuya misión era velar por el pueblo, observar y advertir del peligro. En Jueces 7:19 encontramos que Gedeón renovaba o cambiaba el turno de los guardias a la medianoche, cuando ya el centinela estaba cansado; otro le sucedía, porque el papel del centinela era vital (ver 2 Sam. 18:24-27). En Jeremías 51 encontramos la orden de poner centinelas (vers. 12).

En Nehemías 4:22 el pueblo recibió indicaciones: de día se necesitaban hombres para trabajar y por la noche otros para velar y proteger la ciudad. El momento indicado para velar es cuando la luz comienza a escasear y las sombras de la oscuridad representan un peligro, pues los enemigos pueden atacar ocultos por ella. Al profeta Ezequiel, Dios le dijo: «Yo te he puesto de centinela para el pueblo de Israel.

Cuando yo te comunique algún mensaje, deberás anunciárselo de mi parte, para que estén advertidos. Puede darse el caso de que yo pronuncie sentencia de muerte contra un malvado; pues bien, si tú no le hablas a ese malvado y le adviertes que deje su mala conducta para que pueda seguir viviendo, él morirá por su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas» (Eze. 3:17-18).

Dios siempre ha estado urgido de centinelas, de personas que cuiden de sus hijos y los defiendan de los ataques del enemigo. Nosotras, como cristianas, hemos de advertir de los tiempos en que vivimos y de la Segunda Venida de Cristo. Seamos mujeres que, con espíritu de servicio y amor, velen para que los pecadores se vuelvan a Dios.

«Yo te he puesto de centinela para el pueblo de Israel. Cuando yo te comunique algún mensaje, deberás anunciárselo de mi parte, para que estén advertidos»

Ezequiel. 3:17