«En primer lugar, adquiere sabiduría; sobre todas las cosas, adquiere inteligencia»
Proverbios 4:7
Leonardo da Vinci nació el 15 de abril de 1452 en Vinci (Italia). Fue hijo ilegítimo de un noble, aunque durante su infancia fue tratado como un hijo legítimo. En casa de su padre recibió su primera formación educativa: aprendió a leer y tomó lecciones de aritmética. Desde muy pequeño mostró gran interés por la naturaleza, además, empezó a dibujar con gran creatividad.
Un día, su padre le mostró los dibujos a uno de sus amigos: Andrea del Verrocchio, quien tenía un taller de arte. El hombre se quedó sorprendido al ver el talento del joven Leonardo y lo invitó a trabajar en su taller. Ahí, el inquieto muchacho tuvo la oportunidad de aprender nociones de química, metalurgia, mecánica, carpintería, dibujo, pintura, escultura, así como trabajos en yeso y cuero.
Asimismo, estudió cálculo algorítmico. Su pasión por el conocimiento lo llevó muy lejos. Leonardo llegó a ser anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, músico, inventor, poeta, urbanista y pintor. Fue así como desarrolló importantes avances en proyectos como la biciclieta, el tornillo aéreo (helicóptero), el planeador, el automóvil, la calculadora, el compás, la escafandra, el cañón de tres toneras, el puente plegable, la ballesta y el paracaídas, entre muchos otros.
Nunca olvidaré aquella mañana en el Museo de Louvre en París (Francia), cuando estuve frente a La Gioconda. Una profunda emoción recorrió mi cuerpo. Me quedé ahí durante varios minutos seducido por la serena mirada de La Mona Lisa. Junto a mí, la gente se arremolinaba para contemplar la célebre obra de arte. En ese momento pensé que en este mundo hay poca gente como los artistas, cuyas obras trascienden el paso del tiempo y representan una gran influencia en la construcción de las sociedades.
Leonardo pintió muchos cuadros. Algunas de sus obras más conocidas, además de La Gioconda, son La última cena, La virgen de las rocas, San Juan Bautista y El hombre de Vitruvio. Sí, casi cinco siglos después de su muerte, las obras de Leonardo de Vinci siguen influyendo en la vida de la gente.
¿Cómo pudo este hombre ser tan productivo en su paso por este mundo? La respuesta es sencilla: aprovechando el tiempo. De nada vale la inteligencia cuando no se sabe gestionar la vida de la mejor manera. Hoy muchos jóvenes brillantes pieden el tiempo de una forma indignante. De esa manera, difícilmente llegarán lejos.
¿Quieres ser un profesional exitoso? Pide hoy a Dios que te ayude a aprovechar el tiempo y dale prioridad a la lectura de buenos libros. ¡Te aseguro que funcionará!