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Mi lugar de refugio

Matutinas para Mujeres 2020

Siendo apenas una adolescente, se quedó embarazada. Aún no estaba casada, pero el problema era mayor de lo que parecía: el hijo que esperaba no era de su novio, sino de otro hombre al que había conocido y que, finalmente, la había abandonado. ¿Qué iba a hacer ahora? Aquellos eran momentos de dolor e incertidumbre, en los que necesitaba un lugar de refugio. Lo encontró en el sitio más inesperado.

El que entonces era su novio (aunque no el padre de su criatura), le ofreció casarse con ella y aceptar al bebé como si fuera suyo. Lejos de recibir el rechazo de parte de la persona que tenía todo el derecho a hacerlo, recibió un trato de amor increíble, y encontró en aquel amor su refugio. La admiración y el agradecimiento que comenzó a sentir por él, la acompañaron el resto de su vida. Supo agradecer aquel acto de liberación entregándose por completo a él.

Así más o menos se sintió David, el Salmista, tal como vemos en los Salmos (o himnos) que escribió. «Aunque David había caído, el Señor lo levantó. Estaba ahora en armonía íntima con Dios y en unidad con sus semejantes. En el gozo de su liberación cantó: «Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Confesaré mis rebeliones a Jehová. […] Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás” (Sal. 32:5-7). […] Este pasaje de la historia de David rebosa de significado para el pecador arrepentido.

Es una de las ilustraciones más poderosas que se nos hayan dado de las luchas y las tentaciones de la humanidad, y de un verdadero arrepentimiento hacia Dios y una fe sincera en nuestro Señor Jesucristo. A través de todos los siglos ha resultado ser una fuente de aliento para las almas que, habiendo caído en el pecado, han tenido que luchar bajo el peso agobiador de su culpa» (Patriarcas y profetas, cap. 71, pp. 716-717).

Querida amiga, si sufres bajo el peso agobiador de la culpa, recuerda que el Señor es tu refugio. Sea cual sea el pecado que te agobia, confía en él, y su poder te salvará.

«Tú, Señor, eres mi fuerza; ¡yo te amo! Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite»

Salmo. 18:1-2