«Tomó su amo a José y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey; y allí lo mantuvo»
Génesis 39:20
José enfrentó dos grandes traiciones: la de sus hermanos y la de la esposa de su amo Potifar. En ambos casos las consecuencias fueron amargas, pero dieron paso a situaciones positivas, no solo para él, sino también para salvar a muchos, incluidos sus propios familiares.
José entró como esclavo en la casa del oficial egipcio. Este pronto se dio cuenta de que Dios estaba con el hebreo y lo hizo administrador de todo lo que tenía. Pero su esposa se fijó en aquel joven de bella presencia y trató de seducirlo. Al negarse él a hacer este mal contra Dios y contra su amo, ella urdió una trama para acusar a José de intentar deshonrarla. El versículo de hoy resume la consecuencia.
Algunos arqueólogos toman el comienzo de las obras del templo de Salomón en 1 Reyes 6:1 («cuatrocientos ochenta años después que los hijos de Israel salieron de Egipto») para encajarlo en los registros históricos. Con este dato, sitúan la presencia de José en Egipto durante la época del reino medio, en los reinados de Sesostris II, Sesostris III y Amenemhat III, entre los años 1894 y 1797 a. C. Por su parte, hay otros que consideran que la historia de José corresponde al primer periodo intermedio, entre los años 1699 y 1589 a. C, en el tiempo de la ocupación de los hicsos en territorio egipcio.
El papiro D’Orbiney, conservado en el Museo Británico, escrito siglos después, incluye un relato mitológico de dos hermanos egipcios que nos recuerdan a José y Potifar. Anpu y Bata viven como padre e hijo. Anpu está casado con una mujer hermosa y Bata, el hermano joven, soltero, vive con ellos. Anpu inicia un viaje y su esposa aprovecha para dar rienda suelta a sus deseos lujuriosos hacia Bata.
Por mucho que intenta seducirlo, Bata se niega. Al sentirse rechazada, decide vengarse y cuenta a su esposo que Bata no ha cesado de acosarla durante su ausencia. Anpu persigue a muerte a su hermano menor, pero se entera de la verdad, regresa a casa y mata a su esposa. Aunque con variaciones significativas, muchos arqueólogos ven en este relato la herencia recibida de la verdadera historia de José y Potifar preservada en Egipto a lo largo de los siglos.
La conducta de José nos enseña lecciones ejemplares: fidelidad a Dios, lealtad a su amo, dominio propio, integridad, amabilidad, fe, sabiduría, valor… Sea nuestro motivo de oración que Dios nos conceda los dones de carácter necesarios para afrontar los desafíos del día de hoy.