Categories

Archivos

A Dios no le agrada la queja – 1a parte

Matutinas para Mujeres 2020

En su travesía por el desierto, el pueblo de Dios cometió innumerables errores, pero el más común de ellos fue la queja. Su espíritu quejica y murmurador desagradaba mucho a Dios, pues mostraba una inconformidad con lo que recibían de parte de él, un enojo por las decisiones divinas, y una falta de confianza en quien acababa de liberarlos de la esclavitud. Recordemos algunas de esas ocasiones.

Cuando llegaron a Mara y no pudieron beber agua porque era amarga, el pueblo se quejó y murmuró contra Moisés (ver Éxo. 15:23-24). Cuando acamparon en Refidim y no había agua para que bebieran, se quejaron ante Moisés, echándole en cara que los hubiera sacado de Egipto para matarlos de sed (ver Éxo. 17:1-3).

Cuando Moisés no regresaba del Sinaí, se quejaron por la tardanza (ver Éxo. 32). Los mismos María y Aarón, hermanos de Moisés, se quejaron de él porque se había casado con una etíope y murmuraron insinuando que ellos dos también habían sido elegidos por Dios como líderes de Israel. El Señor se enojó con ellos y tuvo que intervenir para hacerles ver su error (ver Núm. 12:1-9).

A Dios no le gusta que nos quejemos, critiquemos o hablemos mal de nadie, ni siquiera de los miembros de nuestra propia familia. «¿Hasta cuándo escucharé tanta queja y murmuración?», es vez tras vez la reacción del Señor. Esta pregunta denota cansancio y hastío por su parte, y ¿quién quiere hastiar y cansar al Señor con una actitud que no cesa? Yo, definitivamente, no quiero.

Para Dios no pasa inadvertida nuestra costumbre de quejarnos, y para los demás tampoco. Esa manera nuestra de desahogarnos no es conforme a las virtudes cristianas. «Háganlo todo sin murmuraciones», leemos en Filipenses 2: 14. «Y Jesús dijo: “Dejen de murmurar»» (Juan 6:43). «No os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; el Juez ya está delante de la puerta» (Sant. 5: 9, RV95).

¿Sabes cuál es el problema? Que la queja nos mantiene en la inacción y, si no hacemos nada por resolver los problemas, seguirán estando ahí, por lo que seguiremos teniendo razones para quejarnos. Es un círculo vicioso que debemos romper. ¿Cómo? Haciendo lo que esté en nuestra mano por resolver las situaciones y, si no está en nuestra mano, confiarlas al Señor con fe.

«¿Hasta cuándo tendré que sobrellevar a esta congregación malvada que murmura contra mí? He oído las quejas de los hijos de Israel, que murmuran contra mí»

Números. 14:27, LBLA