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Las promesas de Dios

Matutinas para Mujeres 2020

La situación de María seguía siendo grave: sus pómulos prominentes, su delgadez extrema y sus ojos hundidos mostraban exteriormente el sufrimiento interior causado por aquella terrible enfermedad. Las oraciones de Gabriel y de sus hermanos de iglesia no cesaban. Dios estaba allí, escuchando cada clamor y solventando cada necesidad.

En una ocasión, recibieron la visita del pastor de la iglesia que, cuando vio a María, no pudo contener las lágrimas. Sin embargo, ella estaba confiada en las promesas de Dios. Con una sonrisa en los labios, María lo consoló:

-No se preocupe, pastor, sé que el Señor me ha sanado y que no moriré, pues se lo ha hecho saber a Gabriel.

Un día, el flujo de sangre regresó con tal fuerza que hubo que llevar a María al hospital. Cuando el médico asignado a su caso revisó el resultado de los exámenes, no podía creer que ella estuviera aún con vida. Cómo es posible que pudiera caminar: Estaba asombrado.

Lo primero que hizo fue ordenar cinco bolsas de sangre para hacerle una transfusión, pero Gabriel, que era pobre, no tenía con qué pagarlas. Lo único que pudo hacer fue orar para que el Padre celestial interviniera. Y lo hizo.

Una mañana, cuando llegó el médico de turno, preguntó:

-María, ¿quién le puso sangre?

–Vino un donante a las cuatro de la mañana y la doctora, que entró a las cinco, me colocó la sangre —respondió María.

-¡¿Qué donante?! —preguntó, extrañado, el doctor—. De madrugada no hacemos transfusiones de sangre, y el primer doctor de turno soy yo, ninguna doctora estaba aquí a las cinco de la mañana.

Preguntas que nunca tuvieron respuesta. Pero a María le dieron el alta y desde entonces hasta hoy ha gozado de buena salud. La promesa de Dios para ellos se cumplió sin falta y lo mismo sucederá en tu vida. Amiga, Dios te promete, entre otras cosas:

Darte «todo lo que te falte, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Fil. 4:19).

Darte descanso: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar» (Mat. 11:28).

Darte el fin que esperas: «Sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jer. 29:11, RV95).

«Toda la gente quería tocar a Jesús, porque los sanaba a todos con el poder que de él salía»

Lucas. 6:19