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Guerrera de Dios – 1a parte

Matutinas para Mujeres 2020

Blanca Rosa: una guerrera de Dios desde el mismo momento en que llegó a este mundo. Siendo apenas bebé, se quedó prácticamente sin vista recepte en uno de sus ojos. Cuando era niña, afrontó de nuevo la enfermedad, esta vez, la polio.

Como consecuencia, le quedó un desgaste en la cadera que le impidió caminar bien de ahí en adelante. El matrimonio trajo para ella una dura prueba: su esposo resultó ser alcohólico. Y desde el punto de vista económico, a Blanca Rosa nunca le sobraba un peso: lo gastaba todo en ayudar a sus tres hijos a salir adelante en la vida. Las adversidades parecían interminables en el camino de esta mujer, pero ella nunca dejó de confiar en Dios, su poderoso aliado en la batalla.

Blanca Rosa era una trabajadora incansable y sus manos estaban siempre activas. Además de sus varios empleos remunerados, era diaconisa en su iglesia, así como maestra de niños y encargada de mantener el templo limpio.

Hasta que, un día, un dolor intenso de cabeza le hizo perder el conocimiento y desplomarse al suelo. En el hospital no supieron diagnosticarla y la enviaron de vuelta a casa a pesar de su terrible dolor de cabeza. Al día siguiente, su hija pidió que le realizaran más pruebas, las cuales arrojaron un resultado aterrador: había sufrido la rotura de dos aneurismas cerebrales. Los médicos apenas podían creer que estuviera con vida.

Debían operarla de inmediato, pero las probabilidades de que sobreviviera eran mínimas. Ella firmó el consentimiento y fue ungida por el pastor de su iglesia antes de entrar a quirófano, donde adquirió una meningitis bacteriana. La inflamación y la infección cerebrales eran tales que le dio un paro cardiaco.

Blanca Rosa era el pilar en el que se anclaba su familia y allí estaba, aparentemente caída en la batalla. Pero dos cosas sostenían el frágil hilo del que pendía su vida: las fervientes oraciones de familiares, amigos y hermanos de iglesia que intercedían por ella; y su fuerte convicción de las verdades de Isaías 41:10: «No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa».

Esas verdades se aplican a ti también, querida amiga.

«No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa»

Isaías. 41:10