«¡Qué sabroso sabe el pan de mentira, pero al final acabas con mal sabor de boca!»
Proverbios 20:17
Giovanni de Médici (1475-1521) fue el hijo de una familia de comerciantes y banqueros (los Médici) que llegaron a gobernar de facto la Toscana (Italia) y a ejercer una considerable influencia en la política italiana. Su padre, Lorenzo el Magnífico, lo hizo entrar al sacerdocio cuando tenía siete años; fue cardenal a los trece y se convirtió en el papa León X a los treinta y siete.
Durante su pontificado se hizo famoso por su peculiar forma de «disfrutar el papado que Dios le había dado» (en ocho años se gastó el equivalente a treinta y tres millones de dólares estadounidenses en banquetes, regalos, entretenimientos y joyas) y, por supuesto, por su manera de recaudar fondos, a saber, la venta de cargos religiosos e indulgencias. Picco della Mirandola (1493-1494) le atribuye la siguiente frase: «Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo».
Pero el 31 de octubre de 1517, un humilde monje alemán levantó su voz para cuestionar la actitud del pontífice romano. La discusión con Roma captó la atención de muchos humanistas de la época, así como de miembros de la nobleza alemana.
Lutero declaró que muchas doctrinas católicas eran contrarias a la Biblia, como el caso del purgatorio, quemar a los herejes y la idea de que el papa es el vicario de Cristo. Furioso, el 15 de junio de 1520, el papa León X publicó la bula Exsurge Domine [Levántate, Oh Señor], que comparaba a Martín Lutero con un jabalí que había salido del bosque para destruir a la iglesia y lo condenaba por 41 supuestos errores doctrinales; además, lo amenazaba con la excomunión si no se retractaba. Después de amenazarlo, León X finalmente excomulgó a Lutero el 3 de enero de 1521.
Ese mismo año, el papa fue envenenado y murió el 1° de diciembre. Sin embargo, Lutero siguió predicando el evangelio con un valor admirable.
El engaño y el fraude pueden traer beneficios temporales pero, al final, terminarán destruyendo la vida de quienes siguen ese camino. No podemos engañar a Dios. Por eso, la Biblia advierte: «Aléjate de la mentira. No condenes a muerte al hombre justo e inocente, porque yo no tendré por inocente al malvado» (Éxodo 23:7).
Este día ruega a Dios que te aparte de la mentira y que te dé el valor de dar al pecado el nombre que le corresponde.