«Y es que la tierra produce por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y más tarde los granos que llenan la espiga»
Marcos 4:28
Cuando van a casa de los abuelos, que viven en el campo, los niños corren a la huerta.
Les encanta ver las lechugas, los tomates y las pequeñas coles que crecen allí. A veces, el abuelo los invita a sembrar. Entonces, con una azadita, abren un agujero y colocan allí las semillas.
Después, 10 tapan con tierra. En los días siguientes, las riegan con un poco de agua.
Cuando pasa un corto tiempo, ya se pueden ver las hojitas saliendo. Más tarde, es posible recolectar las hojas y los frutos con los que la abuela hace las sopas y las ensaladas. ¡Qué delicia!
¿Y yo?
Cultivar la tierra es ver un milagro. ¡Haz la prueba!
Mi oración para hoy
Muchas gracias, Señor, por la tierra que nos da el alimento.