«Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen»
Juan 10:27
La mañana no había empezado muy bien para Vic Scalzo. Iba a vender Las bellas historias de la Biblia, pero su compañero estaba resfriado y se había sido a la casa. Así que Vic estaba conduciendo por Hamlet, Ohio, preguntándose por dónde comenzar a trabajar.
-¿En qué dirección debería ir, Señor? -oró.
Entonces, escuchó una voz.
-Ve a la estación de servicio y usa tu tarjeta de crédito.
Él sospechó de dónde venía la voz, pero eso no evitó que discutiera con ella. Tengo efectivo en el bolsillo, alegó silenciosamente. No necesito usar la tarjeta de crédito.
Vic manejó hasta los surtidores en la estación de servicio, y la esposa del dueño salió a cargarle el tanque.
-Llénelo, pagaré con tarjeta de crédito -dijo-. Y aquí hay algo en lo que puede estar interesada-agregó mientras le daba un folleto sobre la colección de libros.
En esos días se tardaba un poco en procesar una tarjeta de crédito, así que Vic tuvo que entrar en la estación de servicio y aprovechó ese tiempo para contarle a la mujer sobre los libros. Ella estaba fascinada, pero seguían llamándola de afuera para que cargara combustible.
-Nunca ha estado tan lleno -comentó.
Vic necesitaba más tiempo para contarle sobre los libros, así que oro: «Señor, dame cinco minutos». Los autos dejaron de llegar, y Vic les contó su historia a la mujer y a su esposo. «Dios me dijo que viniera aquí. Usted ya había visto estos libros antes y los quería, ¿no es así?», dijo él. Ella asintió. «Entonces, Dios envió a todos estos clientes para que pudiera pagar los libros». El dueño y su esposa tenían lágrimas en los ojos al pensar que Dios había enviado a alguien para suplir sus necesidades.
Dios rara vez sube tanto el volumen como para que puedas oír su voz como lo hizo Vic. Pero aún puedes oírlo al leer la Biblia y orar. Si escuchas incluso un susurro de lo que él quiere, quizá quieras obedecer, porque eso significa que te espera una gran aventura.