«No hay para mí mayor alegría que saber que mis hijos viven de acuerdo con la verdad».
3 Juan 1:4
-La vida de Haroldo Wilson -inició hablando en el culto la mamá- no fue fácil. Anduvo navegando por varios años y cuando volvió a casa con ganas de ver a su madre supo que ella había muerto.
-¿Su mamá no lo volvió a ver? -lamento Susana.
-Lamentablemente, no; y además nuevamente se metió en problemas y fue acusado de un asesinato que no había cometido, y le fue impuesto un destierro del país por cinco años. Al término del plazo, debía presentar una carta de buena conducta.
-¡Sí que fue difícil su vida! —comentó Susana.
-Pobre Haroldo —respaldo Mateo.
-Más bien fueron las malas decisiones que tomó —aseguró la mamá—, eso hizo que su vida fuera tan difícil; lo más hermoso es que Dios no lo había abandonado. Las oraciones de la madre por su hijo fueron respondidas, aunque ella no vio el resultado. Antes de embarcarse rumbo al destierro consiguió una Biblia muy parecida a la que su madre le había dado y él había arrojado al mar. Parecía que era la misma, porque podía leer en sus hojas las promesas que ella le había subrayado en la anterior.
Después supo que su madre la había comprado y llevado a ese lugar donde Haroldo la encontró. Lo había hecho con la intención de que llegara a manos de él, y como Dios tiene el control, así fue. En el barco se encontró al que había sido el pastor de su madre, y fue él quien le comentó sobre esa Biblia. Hizo amistad con el joven, hasta que Haroldo entregó su corazón a Dios. Él escucha las oraciones de los padres por sus hijos. ¡Qué bueno es Dios, que desea salvar a nuestros hijos!
Tu oración: Querido Dios, gracias por las oraciones de nuestros padres.
¿Sabías qué?
El Salmo 14 y el 53 tienen un mensaje muy parecido.