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El precio de una mala educación

Matutinas para Jóvenes 2020

«Si desde niño el amo consiente al siervo, al final el siervo será su amo»

Proverbios 29:21

En 1749, la Academia de Dijón, en Francia, ofreció un premio al mejor ensayo sobre un interesante tema: «¿Ha contribuido el progreso de las artes y de las ciencias a la corrupción o a la purificación de la moral?» El ganador del concurso fue Juan Jacobo Rousseau, quien a través de su ensayo «sostenía que las artes y las ciencias habían llevado a la corrupción de la moral» (Bowen y Hobson, Teorías de la educación, México: Limusa, 1997, p. 121).

Las declaraciones de Rousseau sacudieron a la sociedad francesa. Posteriormente, este hombre modificaría las perspectivas pedagógicas de la época y escribiría en 1762 su principal obra: Emilio. En sus escritos cuestionaba severamente la educación tradicional acusándola de ser uno de los principales factores de la infelicidad humana.

La educación tiene una importancia fundamental en el destino de los pueblos. Equivocarnos en esta cuestión acarrea serias consecuencia negativas, entre ellas, la mencionada por el versículo de este día: ser gobernados por los menos competentes.

Pero todo comienza cuando consentimos someternos a las órdenes de un niño quien, a través de sus berrinches, rabietas o lloriqueos, empieza a asumir el liderazgo de una casa o una escuela para imponer sus directrices. En el futuro, ese niño se convertirá en un adulto que utilizará la manipulación para someter a su cónyuge, sus amigos, sus compañeros de trabajo y hasta sus hermanos en la fe, a su voluntad, bajo la amenaza de armar algún tipo de escándalo si no se siguen sus indicaciones.

Elena de White dice al respecto: «Cada niño que no es disciplinado cuidadosamente y con oración, será desdichado en este tiempo de prueba y formará tales rasgos desagradables de carácter, que el Señor no podrá unirlo con su familia celestial. Hay una enorme carga que debe ser llevada a lo largo de toda la vida de un niño malcriado. En las pruebas, en los desengaños, en la tentación, seguirá su propia voluntad indisciplinada y desencaminada.

Los niños a los que se les permite que hagan lo que quieren, no son felices. El corazón rebelde no tiene dentro de sí los elementos de paz y satisfacción. Deben disciplinarse la mente y el corazón y ponerse bajo la debida restricción a fin de que armonice el carácter con las sabías leyes que gobiernan nuestro ser. La inquietud y el descontento son los frutos de la complacencia y el egoísmo» (Conducción del niño, p. 199).

Pide hoy al Señor que te ayude a respetar a quienes tienen autoridad.