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Un mundo de tristeza

Matutinas para Adultos 2020

«Porque mi alma esta hastiada de males y mi vida cercana al seol. Soy contado entre los que descienden al sepulcro; soy como un hombre sin fuerza»

Salmos 88:3-4

El mes de noviembre lo dedicamos al problema de salud mental más extendido globalmente: la depresión. Según datos de la OMS, afecta a unos trescientos cincuenta millones de personas. Dicho de otro modo: el 5% de los ciudadanos de a pie (no hospitalizados) ha sufrido depresión durante los últimos doce meses. Además, el problema va en aumento, presumiblemente por las presiones económicas, el deterioro de las relaciones, el desempleo, los desastres naturales y la desesperanza.

Tristemente, la posibilidad de tratamiento es muy limitada ya que el 60% no tiene acceso a terapia profesional. Y para mayor complicación, la depresión no solo toca a la persona afectada, sino también al entorno familiar, laboral/escolar y produce un altísimo coste social.

La depresión es otra lacra de la condición humana que nos recuerda el tiempo en que vivimos. Sin embargo, el Señor nos ofrece muchas promesas y evidencias de amparo que no pueden caer en el olvido.

El versículo de hoy es un ejemplo de la intensidad del sufrimiento. De hecho, todo el Salmo 88 es una muestra de la oscura realidad de la vida. El célebre evangelista Charles Spurgeon dijo que este salmo no posee la estructura poética de los demás, sino que simplemente denota la «incoherencia de la aflicción del autor». El salmista habla de pensamientos e ideas de muerte, de oscuridad y tinieblas, de perseguidores y enemigos, de creer que Dios lo ha abandonado, de los terrores del pasado y del presente y de la ausencia de amados y compañeros ante el desaliento.

Pero aun en medio de este lenguaje duro y tenebroso, el salmista busca a su Creador. Se dirige a él «día y noche» y le ruega incline su oído (vers. 1-2). Por segunda vez acude al Señor de mañana clamando y presentando su oración (vers. 13). El resto del salmo lo dedica a expresar su dolor.

Si en algún momento sufres desánimo o incluso depresión, intenta extraer la lección más importante de este salmo: dirígete a tu Creador. Muchos personajes bíblicos en medio del más profundo desaliento oraron a Dios, aunque fuera para expresar su desesperación y hasta su deseo de morir. Recuerda que el Señor puede retardar su respuesta pero siempre oye tu voz ferviente: «Decía yo en mi apuro: “Excluido soy de delante de tus ojos”; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamé» (Salmos 31:22).