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El que manda es Dios

Matutinas para Jóvenes 2020

«Muchos buscan el favor del gobernante, pero la sentencia de cada uno viene del Señor»

Proverbios 29:26

Nabucodonosor II ascendió al trono de Babilonia en el año 605 a.C., tras la muerte de Nabopolasar, su padre. Además de ser un hombre visionario y gran guerrero, el rey de Babilonia era muy inteligente. Asimismo, impulsó el desarrollo arquitectónico de la capital del imperio con construcciones como los jardines colgantes de Babilonia, considerados hasta el día de hoy como una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Cuando estaba en su momento de mayor éxito, el propio Dios le mostró el futuro político del mundo a través de un enígmático sueño que olvidó al despertarse. Más adelante, el profeta Daniel revelaría el sueño y su interpretación: el monarca había soñado con una estatua formada por diversos metales: la cabeza de oro, el pecho de plata, el vientre de bronce, las piernas de hierro y los pies de barro mezclado con hiero (Daniel 2:31-45).

Cada una de las partes de la estatua representaba una etapa en la historia de la humanidad. La cabeza de oro representaba al Imperio neobabilónico de Nabucodonosor II. Pero después vendría la hegemonía del Imperio medopersa, representado por el pecho de plata.

El vientre de bronce simbolizaba el ascenso del Imperio griego de Alejandro Magno, seguido del Imperio romano, caracterizado por las piernas de hierro. Una vez caída Roma, el mundo se iría conformando por países poderosos y débiles y nunca más volvería a existir un imperio semejante a los de la antigüedad, tal como lo representaban los pies en parte de hierro y en parte de barro cócido. Entonces, una roca procedente del cielo destruía la estatua, la cual representa a la segunda venida de Jesús que establecerá el reino de Dios en este mundo.

Nabucodonosor entendió el mensaje del cielo, pero no quiso aceptarlo. Construyó una estatua de oro a las afueras de Babilonia. Con eso, lanzaba un temerario desafío al Dios del cielo, asegurando que su reino (representado por la cabeza de oro) perdudaría para siempre (Daniel 3).

Tiempo después, mientras paseaba por la terraza de su palacio, observó la belleza de la capital de su imperio y dijo: «¿Acaso no es esta la gran Babilonia, que con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad he constituido como sede del reino?» Daniel 4:30). En ese momento perdió la razón. Viviría como una bestia durante siete años hasta reconocer la soberanía y el poder del Dios del cielo.

Dios es el verdadero Soberano de este mundo. Reconócelo este día y pídele que te ayude a conducir tu vida de la mejor manera.