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Un dios desconocido

«El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas ni es honrado por manos de hombres, como sí necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas»

Hechos 17:24-25

Atenas era la capital de la antigua Ática y de la moderna Grecia. Existía en aquellas colinas cerca de tres mil estatuas, mayormente dedicadas a sus ídolos y divinidades. Fue en esta ciudad donde Pablo, frente a filósofos e incrédulos, presentó una defensa de la fe y del evangelio.

Hechos 17:16 al 34 relata cómo empezó hablando de la doctrina de Dios y de la creación, y presentó al Dios viviente como Creador, Soberano y Padre. Siguió con la doctrina del hombre, animando a vivir una vida no centrada cada uno en sí mismo sino en Dios. Finalmente, concluyó con la doctrina del juicio y de la resurrección.

Pablo fue a la gente donde la gente estaba, enfrentó la filosofía epicúrea, que sostenía que el objetivo principal de la vida era evitar el dolor, y les habló en su propio lenguaje. Los griegos no negaban la existencia de Dios, pero pensaban que estaba demasiado ocupado y demasiado lejos como para interesarse en el quehacer diario de cada criatura.

A su vez, los estoicos enseñaban el autodominio. Así, el objetivo principal era entrenar a las personas para alcanzar un lugar de indiferencia tanto al placer como al dolor. Además, los atenienses creían en alguien superior, desconocido, que actuaba sobre las leyes naturales. Era tanto el fervor de los atenienses por complacer a todas sus divinidades, que existían algunos altares dedicados «al dios no conocido», con el propósito de no caer en el olvido.

Entonces, Pablo les sorprende diciéndoles: «Ustedes tienen un no conocido; ese dios que adoran sin conocer es el Dios que yo conozco, adoro y Por eso a Pablo lo tildaron de anunciador de nuevos dioses: «Con un tacto o del amor divino, apartó cuidadosamente sus mentes de las deidades paganas, y les reveló el Dios verdadero, que era desconocido para ellos» (Los hechos de los apóstoles, p. 195).

¿Qué y cuánto conoces de Dios? En tu vida, ¿Dios es Dios «por si acaso»? En los días la Reforma protestante, Lutero caminaba por una calle cuando fue sorprendido por persona que debajo de su abrigo tenía un arma. «¿Por qué caminas solo?», le increpó el atacante. Y Lutero respondió: «Estoy en manos de Dios, él es mi amparo y mi fortaleza.

Para Pablo y para Lutero, Dios no era un Dios desconocido; era un Dios presente, activo, cercano. Era un Padre y un amigo. Que Dios sea en tu vida un Dios conocido y reconocido. Eso producirá toda la diferencia. Reconozcámoslo en todos nuestros caminos, y vivamos hoy y siempre en las manos de Dios.

Bruno Raso es un líder de destacada trayectoria, que ha servido como pastor distrital, administrador, evangelista y orador del programa "Reavivados por su Palabra". Actualmente se desempeña como vicepresidente de la División Sudamericana.