“Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía ninguno de ellos”
Salmos 139:16
A través del tiempo, construimos nuestra propia imagen. En este proceso interviene lo que nuestros padres, hermanos y amigos nos dicen que somos. Nuestra “autoimagen” es una fotografía de nosotros mismos que aparece cada vez que decimos “yo”.
El escritor norteamericano Maxwell Maltz dice que nuestra autoimagen establece los límites de nuestro éxito personal. Cuando pienso en esto, recuerdo los calificativos que los adultos significativos de mi vida me dijeron en mi infancia y juventud y que, a pesar de los años trascurridos, todavía hacen eco en mi presente.
Muchos de los comportamientos que adoptamos de adultas vienen de las etiquetas que alguien nos colgó cuando éramos niñas. Las palabras de elogio, así como las palabras que denigran nuestra esencia de hijas de Dios, dejan huella en el concepto que tenemos de nosotras mismas. Por eso debemos ser cuidadosas de lo que decimos cuando nos referimos a otros, y muy selectivas en la forma en que pensamos de nosotras mismas.
Amiga querida, si tu vida ha quedado “marcada” por los comentarios negativos que tus padres u otras personas cercanas hicieron sobre ti, intenta rescatar todas las cualidades que Dios te dio al crearte. Eres su hija, creada a su imagen y semejanza, y no hay ninguna circunstancia que pueda desvirtuar esta realidad. El proceso de reconstruir tu propia imagen debe estar basado en lo que vales para Dios, con una actitud valiente pero revestida de humildad. Analiza tu vida con Dios, toma ánimo y comienza a caminar hacia tu desarrollo pleno. El Señor, que te creó, te dice: “No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (Isa. 43:1, RVR 95).
Para desarrollar una adecuada imagen de ti misma, nunca aceptes que alguien te rebaje en tu calidad de hija de Dios. Aprecia tus cualidades físicas, emocionales y espirituales, pues son las herramientas que Dios te ha otorgado para que construyas tu vida. Respeta a los demás para que puedas pedir que te respeten. Si piensas que hay algo en tu vida que necesita ser cambiado, atrévete a hacerlo; Dios está de tu parte.
Que tu oración sea: “Gracias, Señor, por la forma maravillosa en que me creaste; ayúdame a perdonar las ofensas recibidas y otórgame la oportunidad de ser un agente de amor”.