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Estrellas de mar

“Ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien”

2 Tesalonicenses 3:13, NVI

Quizá leíste la conocida reflexión acerca del hombre que cada día iba a la playa y se agachaba en la arena para juntar estrellas de mar y lanzarlas nuevamente al agua.

Cuando un desconocido se le acercó para preguntarle por qué lo hacía, él respondió que, al bajar la marea, muchas estrellas quedaban en la arena y, sin el oxígeno suficiente, morían.

Al desconocido le parecía una obra sin sentido. Jamás alcanzaría a devolver todas las estrellas al mar. Pero el hombre sabía que, para esa estrella, estaba marcando la diferencia.

Conocí a Mónica en mi primer día de clases en una escuela pública en los Estados Unidos. Yo no sabía nada de inglés y ella notó que estaba un poco perdida en el inmenso edificio con indicaciones que no entendía. Me ayudó a encontrar el aula de mi siguiente materia y, más tarde, me acompañó al autobús escolar que me llevaría nuevamente a mi casa. Me explicó cómo funcionaban los horarios de almuerzo, cuál era el cronograma de clases habitual y cómo hacer algunas preguntas básicas.

Así como yo, cientos de alumnos inmigrantes ingresaban a la escuela cada año; alumnos que no entendían nada y pasaban malos ratos hasta que lograban comprender algo.

Mónica podría haber pensado que no iba a poder ayudar a todos, y era cierto. Pero ese día me ayudó a mí y cambió mi angustiosa realidad.

Desde ese momento, nos hicimos amigas, compartimos nuestras tardes y profundizó en mí el gusto por la lectura y la poesía. Hasta hoy mantenemos una amistad que ha soportado el paso de muchos años y distancias. Hace poco la vi otra vez y le agradecí por ese gesto tan pequeño y a la vez inmenso de hace tanto tiempo. Pude regalarle El Deseado de todas las gentes, El camino a Cristo y El conflicto de los siglos, conocer a sus hijitas y ver su bondad intacta.

Poco imaginaba ella que su paciencia con mi inglés y su pasión por la escritura serían contagiosas y marcarían tanto mi profesión actual.

Puede parecerte que, a veces, tus esfuerzos son como los de este hombre: estás lanzando una estrella al mar cuando otras cien quedan en la arena. No te preocupes. Haz tu trabajo y Dios te recompensará. Nunca sabes qué impacto pueden tener tus gestos sencillos, pero amables, en los demás.

Carolina Ramos es oriunda de Entre Ríos, Argentina, y está terminando sus estudios para ser maestra de inglés, maestra de música y traductora. Disfruta de trabajar en los diferentes ministerios de la iglesia, especialmente con los niños y adolescentes. También le gusta viajar, acampar, estar en la naturaleza, leer, tocar el piano y el oboe, y cantar. Carolina procura siempre extraer lecciones de lo chiquito y de lo grande, ver al Dios de los milagros presente en cada ámbito de nuestra vida; y espera con ansias la Segunda Venida.