“Muy agradable es la luz, y es bueno que los ojos vean el sol”
Eclesiastés 11:7
A mí me encanta la luz. Me encantan los largos días del verano, y me entristece cuando avanzamos hacia el invierno y las noches se hacen eternas. Si tuviera que mudarme a las latitudes del norte, compraría de esas luces especiales que simulan el sol. Cuando llega la noche, trato de encender todas las luces que puedo. Cuando era más joven, mi papá siempre se quejaba de que dejaba encendidas las luces que no estaba utilizando. Ahora que trabajo y vivo en mi propia casa, aún hay alguien que me pide que ahorre electricidad. Pero la verdad es que ahora uso menos luz. No para ahorrar dinero o porque me guste la oscuridad, sino porque deseo cuidar nuestro planeta.
Tenemos la responsabilidad de cuidar lo que Dios nos dio. ¿Cómo lo hago? Intento ser más eficiente con el uso de la energía. Tompaul y yo cambiamos todos los focos de la casa por unos de bajo consumo. Mantenemos nuestro aire acondicionado más alto de lo que me gusta y la calefacción más baja de lo que deseo. Te doy algunos datos y consejos útiles:
Un foco tradicional usa el 10 % de su energía para generar luz. El 90 % restante se desperdicia por el calor.
Durante la vida útil de un foco fluorescente compacto de bajo consumo se queman 90 kilogramos menos de carbón.
En promedio, cada año una casa emite el doble de las emisiones de gases de efecto invernadero que un automóvil.
¡Desenchufa! Incluso cuando aparatos como un televisor o una computadora están apagados, continúan usando electricidad si siguen enchufados. De hecho, hasta el 75 % de la energía utilizada por los electrodomésticos se usa cuando están apagados.
Conduce más despacio. Cada 8 kilómetros recorridos a 100 km/h aumentan en un 6 % tus costos de combustible. También puedes pensar en comprarte un auto eléctrico cuando llegue el momento.
Algunas compañías y familias hacen cosas positivas para compensar su carga de emisiones. Es posible ayudar de muchas maneras, como plantar árboles o usar energías renovables. En treinta años de crecimiento, un árbol compensará 320 kilogramos de carbono, evitará la erosión, reducirá la contaminación y contribuirá al medio ambiente.
Pero lo más importante es que debemos ser conscientes del costo de nuestras acciones. No es fácil ver cómo nuestras decisiones individuales afectan al mundo, y esto es válido en cuanto a cómo tratamos el medio ambiente. Somos responsables de cuidar la tierra que Dios nos dio.