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Irresistibles

“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”

2 Timoteo 2:1

Hoy celebramos un nuevo aniversario de la Reforma protestante iniciada por Martín Lutero. En el capítulo “En la encrucijada de los caminos”, del libro El conflicto de los siglos, Elena de White cuenta que “por su medio realizó Dios una gran obra para reformar a la iglesia e iluminar al mundo” (p. 113).

Martín Lutero provenía de una familia de mineros de un humilde hogar de Alemania. El padre soñaba con que su hijo fuese abogado; pero el Cielo tenía otro sueño. El conocimiento de Dios y la práctica de las virtudes cristianas constituyeron su escuela de preparación para la misión.

Lutero estaba cada vez más convencido de su condición pecaminosa, y vivía lleno de mortificaciones y castigos corporales con tal de ganar la aprobación de Dios. 

Staupitz le expuso la Palabra: “En lugar de martirizarte por tus faltas, échate en los brazos del Redentor. Confía en la justicia de su vida, en la expiación de su muerte. Ama a quien primero te amó”.

Lutero enseñaba en la Universidad de Wittenberg los Salmos, los evangelios y las epístolas, con lo que abría el entendimiento de multitudes. Fue poderoso en las Escrituras y la gracia del Señor, persuadiendo con la verdad.

Mientras ascendía devotamente la Escalera de Pilato, recordó las palabras de Pablo: “El justo vivirá por la fe” (Rom. 1:17), que influyeron en su vida para siempre. Al regresar de Roma, recibió en la Universidad de Wittenberg su doctorado en Teología. Ya no sería un mero monje, sino un heraldo de la salvación, del perdón, la paz y la esperanza de vida inmortal. Se encendió así una luz que aumentaría hasta el fin de los tiempos.

Lutero estaba horrorizado por las blasfemias de las indulgencias. Muchos habían adquirido certificados de perdón, pero la gracia es un don gratuito; por eso, aconsejaba no comprar indulgencias, sino confiar en el Redentor.

Lutero fijó en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg un papel con las 95 proposiciones contra las indulgencias, listo para defenderlas. Sin embargo, nadie aceptó su reto. Lutero afirmaba que el evangelio es el tesoro más valioso de la iglesia, y que la gracia se recibe por fe como un don concedido a los arrepentidos. Lutero decía que no se guiaba por el consejo humano, sino por el divino. 

Estimados lectores: tenemos que terminar la obra de reforma que comenzó Lutero. No somos dueños de nosotros mismos. Permitamos ser impulsados a terminar la misión, apasionados por su amor y su gracia irresistibles.

Bruno Raso es un líder de destacada trayectoria, que ha servido como pastor distrital, administrador, evangelista y orador del programa "Reavivados por su Palabra". Actualmente se desempeña como vicepresidente de la División Sudamericana.