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Reprobados – 3a parte

“Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo.  […] Así nadie podrá presumir delante de Dios”

1 Corintios 1:28, 29

Con todo lo que Jesús les había dicho sobre su sufrimiento y muerte, los discípulos comenzaron a ponerse nerviosos. Juan 10 nos cuenta que en una ocasión Jesús fue al Templo durante una celebración. Tal vez imaginas que Jesús y sus amigos disfrutaron de la festividad en paz. Pero te equivocas. Muy pronto, una multitud intentó apedrearlo, porque no les dio la señal que le habían pedido; así que tuvieron que salir huyendo. Por eso, cuando Jesús anunció que regresaría a Jerusalén para resucitar a Lázaro, Tomás miró a sus condiscípulos y les dijo, probablemente en tono irónico: “Vamos también nosotros, muchachos, para que muramos con él”.

Avancemos rápidamente hasta la Última Cena. Jesús les comenta a sus discípulos cuánto había estado esperando esa Pascua. Les presenta un nuevo pacto y los sorprende con la noticia de que uno de ellos estaba a punto de traicionarlo. ¿Y sobre qué hablaron los discípulos después de esos momentos tan solemnes? Sobre la famosa pregunta de cuál de ellos era el más importante. Pregunta equivocada.

Estaban pensando igual que los reyes de los gentiles, que se enseñoreaban sobre sus súbditos. “Pero entre ustedes será diferente –les dijo–. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente” (Luc. 22:26, NTV).

Definitivamente, el Maestro no había logrado hacerles entender que solo hay un Señor, y no era precisamente uno de ellos.

Esa noche, en el aposento alto, los discípulos todavía no comprendían la forma en que Jesús deseaba que pensaran y vivieran. No captaban la filosofía que motivaría todo lo que harían por él más adelante.

Cuando les preguntó quién preferían ser, el que se sienta a la mesa para comer o el que sirve la cena, Jesús conocía perfectamente la respuesta. Sabía que todos ellos preferían comer y ser servidos. “En cambio, yo estoy entre ustedes como el que sirve”, les dijo (vers. 27). Y para que entendieran el significado de “negarse a sí mismos” y “tomar la cruz”, les dio la máxima demostración práctica en la escena de la crucifixión.

Los discípulos estuvieron tres años haciendo análisis sobre el reino de Dios y Jesús los reprobó en un fin de semana. Pero cuando todo parecía perdido, los discípulos cambiaron para siempre. Ya nunca más serían los mismos, y tampoco lo sería el mundo.

Tompaul Wheleer tiene un máster en Cinematografía y es director de películas y documentales cristianos. Vive en Tennessee, Estados Unidos.