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En boca cerrada no entran moscas

“La mujer necia es alborotadora, ingenua e ignorante”

Proverbios 9:13, RVR 95

Muchos caracterizan a las mujeres como personas que siem­pre hablan demasiado, lo que las lleva a cometer indiscreciones, a revelar secretos y a ventilar frente a otros asuntos que no les compe­ten. En la Biblia, encontramos un consejo muy oportuno con respecto a este punto: “La discreción te guardará y te preservará la inteligencia, para librarte del mal camino” (Prov. 2:11, 12, RVR 95). 

La discreción es ese tacto para hablar u obrar, basándonos en un juicio acertado, co­herente, sensato, de la situación que tenemos delante. La discreción, según el Diccionario de la Lengua Española, es ese “don de expresarse con agu­deza, ingenio y oportunidad. Es la reserva, la prudencia y la circunspección”. Ser discreta es ser prudente, en el sentido de ser asertiva, pero a la vez reser­vada; significa decir lo justo, de la manera apropiada y en el momento oportu­no. Ciertamente es una virtud difícil de desarrollar, pero con la ayuda de Dios es posible. Lo que no cabe duda es que es indispensable desarrollar la dis­creción en todos los ámbitos de la vida. 

La discreción requiere un pensar equilibrado y dominio propio. Una mujer discreta piensa antes de hablar, pues usa su inteligencia para discernir lo que va a decir y cómo lo ha de decir. Es bueno recordar que “en las muchas pa­labras no falta pecado; el que refrena sus labios es prudente” (Prov. 10:19, RVR 95).

Ester es un ejemplo claro de discreción femenina. Ella supo esperar la oca­sión para presentarse ante el rey y ganar así su respeto y admiración. Sujetó sus emociones con inteligencia y no permitió que sus impulsos la traicionaran, aunque tenía motivos suficientes para hacerlo. Abigail es otro caso de dis­creción femenina en la Biblia; su buen juicio para saber qué decir y qué callar evitó una gran matanza y fue la clave para llegar a ser esposa de un rey.

La reflexión en Cristo nos llevará a darnos cuenta de que los chismes, los comentarios ofensivos, el desmerecimiento intencional de las personas, la divulga­ción de rumores y verdades a medias son algo destructivo para quien lo profiere y causa daño moral a terceros. Por eso, la discreción al hablar, al escuchar y al actuar es una joya de alto valor. Apropiémonos de ella; sometamos nues­tras palabras y nuestra actuación al escrutinio de Dios. Si salimos aprobadas, seremos maestras del bien; si salimos reprobadas, es hora de enseñarle a la mente autodisciplina y poner nuestra lengua bajo el control del Espíritu Santo.

Erna Alvarado Poblete es licenciada en Pedagogía y Psicología educativa; tiene un máster en Relaciones familiares y estudios de postgrado en Desarrollo humano. Es conferencista y autora de varios libros, entre ellos Reflexiones para la mujer, de este mismo sello editorial. Aunque nacida en Chile, lleva cuarenta años viviendo en México.