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¡Adelante!

Devocional adventista para la mujer 2022

¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos.

Apocalipsis 3: 20, NTV

Hay amigas que invitamos a pasar a la sala solo cuando la casa está bien ordenadita y limpia. Pero también hay amigas que dejamos entrar a la cocina cuando tenemos una montaña de platos sin lavar de la noche anterior y tratamos de cocinar algo sin salpicarnos el camisón. Anne y yo tenemos este tipo de amistad. Ella tiene acceso ilimitado a mi casa (y yo a la suya), aunque parezca que una bomba recién estalló y ninguna cosa esté en su debido lugar. No siento necesidad de impresionarla o de impactarla con mis capacidades culinarias, decorativas o de ningún tipo. Ella es mi amiga; ¡no viene a mi casa para juzgarme, sino a compartir una comida!

Algunas veces estamos tan avergonzadas del desorden de nuestro corazón, que solo le permitimos a Dios sentarse en la sala. Cuando Dios pide permiso para entrar a otra habitación, nos paramos delante de la puerta, con los brazos extendidos y gritamos: «¡No, no entres ahí!» Cuando Dios insiste, nos escabullimos en el cuarto para meter todo a presión en el armario antes de dejarlo pasar.

¡Pero Dios no viene a juzgarnos, sino a sanarnos! Imagina cómo cambiaria nuestra vida si realmente creyéramos que Dios está por nosotras, no en nuestra contra. Imagina lo que podría suceder si aceptáramos que Dios nos ama al menos tanto como una buena amiga. En Praying God’s Will for Your Life [Orar conforme a la voluntad de Dios para tu vida], Stormie Omartian escribe: “Recuerda que él nunca se abrirá paso a la fuerza, ni tirará abajo las paredes. Él simplemente golpeará suave y persistentemente y, a medida que lo invites, entrará para ocupar gentilmente cada rincón de tu vida, para limpiar y reconstruir”.

Dios quiere arremangarse la camisa y ayudarnos a ordenar, no quedarse sentado en la sala mientras escondemos nuestra vergüenza. Él quiere ensuciarse las manos para limpiarnos. Quiere perdonarnos. Quiere que lo dejemos pasar al sótano, donde tenemos guardados antiguos recuerdos dolorosos, para poder sanarnos. Él quiere reescribir la historia y darnos una perspectiva sana, libre de culpa. ¿Le abrirás la puerta?

Jesús, a veces siento tanto miedo y vergüenza de lo que puedas descubrir en mi corazón si te dejo pasar… Sin embargo, tú lo ves todo y aun así me amas. Hoy quiero abrir la puerta de par en par, quiero que entres a las áreas de mi vida a las que antes no te permití acceso. Ven con tu amor y tu sanidad. Ven con tu aceptación y tu poder. ¡Ven!

Vanesa Pizzuto es licenciada en Comunicación Social por la Universidad de La Matanza, Argentina, y tiene un máster en Educación por la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra. Es la autora de la serie de cuentos bilingües Amancay, publicada por este mismo sello editorial, así como de numerosos artículos. Trabajó como docente y como presentadora de radio para Radio Adventista de Londres. De nacionalidad argentina, Vanesa vive en Inglaterra.