Estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.
Filipenses 1: 6, NTV
NO SUCEDE MUCHAS VECES QUE «el hombre más feliz de la tierra» se encuentre con «el más sabio de la tierra». Pero eso fue lo que, según Heródoto, sucedió hace muchos años, cuando Creso recibió la visita de Solón, el legendario legislador ateniense.
Creso fue rey de Lidia, Asia Menor, y poseía muchas riquezas. Cuenta Heródoto que un día Solón escuchó hablar de él, y decidió visitarlo. Entonces Creso aprovechó para mostrarle las riquezas de su reino, y para preguntarle quién era el hombre más feliz de la tierra. Su chasco fue grande cuando Solón le habló de Telo, un hombre pobre pero honesto, que se esforzó para brindar a sus hijos una buena educación, y que luego dio su vida por Atenas.
Ocultando su desilusión, Creso preguntó entonces a Solón quién era el segundo más feliz. De nuevo quedó chasqueado cuando Solón habló de dos jóvenes que perdieron a su padre cuando eran niños, pero que trabajaron arduamente para sostener a su madre y luego sirvieron honorablemente a Atenas.
Creso ya no pudo aguantar más.
-¿Por qué pones a esa gente pobre por encima del rey más rico del mundo?—preguntó.
—Porque no puedes decir si tu vida ha sido feliz o no hasta el final de tus días —respondió Solón–, pues no sabes qué desdicha puede despojarte de todo este esplendor.
Años después se levantó un poderoso conquistador llamado Ciro, quien destronó a Creso y lo tomó prisionero. El día de su ejecución, Creso comenzó a repetir el nombre de Solón, una y otra vez, y Ciro lo escuchó.
-¿Por qué mencionas tanto el nombre de Solón? —le preguntó Ciro.
Creso, muy arrepentido, le contó de la visita de Solón, y de sus palabras: «No puedes decir si tu vida ha sido feliz o no hasta el final…». Las palabras de Solón impresionaron profundamente a Ciro. ¿Podría ser que él también terminara sus días como Creso? Al final, decidió perdonarlo.*
¿Alguna lección para nosotros? Harry E. Fosdick la resume bien cuando escribe que «un buen comienzo jamás implica un buen final, pues las cualidades que capacitan a un hombre para comenzar no son las mismas que le permiten continuar hasta el fin» ** Dicho de otra manera, «no es cómo comienzas, sino Cómo terminas». El rey Saúl empezó bien, pero terminó mal. Saulo de Tarso comenzó mal, pero terminó bien. Todo depende de en manos de quién colocas tu vida. Si la entregas a Jesucristo, la promesa es que Aquel que comenzó en ti la buena obra, la completará.
Padre celestial, continúa trabajando en mi corazón hasta que la buena obra que comenzaste en mi quede completamente terminada.
*William J. Bennett, The Book of Virtues, Simon & Schuster, 1993, pp. 135-137.
**Citado por Norval F Pease, En esto pensad, Pacific Press, 1970, p. 75.