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Genocidio en Ruanda

Devocional adventista para adoslescentes 2022

Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado.

Salmos 23: 4, NVI

En la mañana del 7 de abril de 1994, los que aún dormían en la Universidad Adventista de Ruanda, África, se despertaron al sonar el teléfono que alertaba a los misioneros del problema que estaba a punto de estallar. La noche anterior, Juvenal Habyarimana, presidente de Ruanda y miembro de la tribu hutu, regresaba de una conferencia de paz en su avión presidencial. Trágicamente, su avión fue derribado cuando se aproximaba al aeropuerto de la capital, Kigali. Aunque hubo informes contradictorios sobre la autoría de la muerte del presidente, mucha gente quiso creer que sus enemigos de siempre, los tutsis, habían cometido el acto.

Durante cientos de años, las culturas hutu y tutsi habían estado enfrentadas. En este primer día después de que el avión del presidente fuera derribado, comenzó un genocidio en gran parte del país. Pero en el campus de la universidad adventista se mantenía una tensa paz. Al final de la tarde, chozas ardían al norte de la universidad, y muchos tutsis buscaron refugio en el campus. Hutus enfurecidos empezaron a buscar a todos los tutsis sospechosos. Se produjo una gran confusión y consternación, ya que amigos de toda la vida se convirtieron en enemigos. ¿Cómo pudo ocurrir esto? Muchos temían que, si no se ponían en contra de los acusados, ellos mismos pagarían las consecuencias. La confusión y el miedo provocaron una avalancha de genocidio que pronto abrumó al campus.

La tragedia personal llegó a muchas familias ese día. Se calcula que el 75% de los tutsis que vivían en Ruanda perdieron la vida durante este conflicto. Antes de que el genocidio terminara, murieron más de 900,000 personas. En medio de estas condiciones extremas, también hubo historias de valientes hutus que salvaron las vidas de tutsis, con gran riesgo para ellos mismos. Muchas personas fueron testigos de la presencia de Dios con ellos en el valle de la sombra de la muerte.

¿Por qué permitió Dios que esta ola de muerte se abatiera sobre tantas personas que no eran culpables de nada más que de pertenecer a una tribu en particular? Puede que no sepamos la respuesta a esa pregunta, pero una cosa es segura: el genocidio de Ruanda no fue la voluntad de Dios. Fue la de Satanás. Él quiere traer sufrimiento y muerte a nuestro planeta. Dios, en cambio, quiere darnos vida. Por eso envió a su Hijo Jesús para morir por nosotros y salvarnos de nuestros pecados.

Bradley Booth ha enseñado en escuelas adventistas de los Estados Unidos, África, Rusia y Tailandia. Actualmente es el director de The Story Tellers Ministry, que ayuda a enseñar el arte de escribir historias antiguas que siguen siendo importantes hoy. La oración del Dr. Booth es que sus libros inspiren a los lectores a mantenerse de parte de Jesús tanto en los buenos como en los malos tiempos.