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¿Ya descubriste tu lugar?

Devocional adventista para adultos 2022

La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presente ante las naciones como mi profeta»

Jeremías 1: 4, 5, RVC

COMO HIJO DE UN SACERDOTE, Jeremías tenía buenas razones para pensar que él también serviría en el templo. No imaginaba, siquiera remotamente, que Dios lo había apartado desde su nacimiento para ser su portavoz. Quizás este hecho explica la respuesta que dio al llamado de Dios: « ¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!» (vers. 6, RVC).

Sí, Jeremías pensaba que apenas era «un muchachito», y que ni siquiera sabía hablar, pero Dios pensaba otra cosa, pues lo había apartado «para ser profeta ante las naciones», tal como lo indica nuestro texto de hoy. Más sorprendente aún, ¡lo apartó para ese ministerio antes de que naciera!

¡Qué interesante! Es difícil leer este pasaje de la Escritura y no preguntarse si lo que aquí se dice de Jeremías tendrá alguna aplicación práctica para nosotros en pleno siglo XXI. La respuesta es un resonante sí.

La primera utilidad práctica consiste en saber que el Dios que conoció a jeremías antes de nacer, también nos conoció a ti y a mí. ¿Debería esto asombrarnos? No, si recordamos que fue Dios quien «creó mis entrañas; y me formó en el vientre de mi madre» (Sal. 139:13, NVI). ¡Qué verdad tan solemne! Antes de que nuestros padres nos conocieran, ya Dios nos conocía. Antes de que ellos nos amaran, ya Dios nos amaba.

El segundo valor práctico de esta verdad lo capta bien Eugene H. Peterson cuando escribe que, si Dios nos conocía aun antes de que naciéramos, entonces no tenemos que seguir considerando la vida como un rompecabezas al que estamos tratando de darle sentido. ¡La vida tiene significado porque el Dios que estuvo al principio de nuestra historia, también estará al final de ella!*

Hay todavía otra aplicación práctica: el Dios que apartó a Jeremías para su ministerio profético, también nos ha llamado a cumplir un santo propósito: anunciar «las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2:9). Por cierto, no tenemos que ser profetas, como Jeremías, para cumplir nuestro «ministerio»; lo que sí tenemos que hacer es descubrir la parte que nos toca realizar en «el plan eterno del cielo», tal como lo dice la siguiente cita:

«Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar para Dios» (Palabras de vida del gran Maestro, cap. 25, p. 262).

¿Ya descubriste tu lugar?

Gracias, Padre, porque siempre me has conocido, porque siempre me has amado y porque me concedes el supremo privilegio de servir al Rey de reyes y Señor de señores.

*Eugene H. Peterson, Run with the Horses, InterVarsity Press, 1983, p. 38.

Fernando Zabala, ya jubilado, ha servido como profesor, pastor, rector universitario, conferencista, editor y exdirector de la revista "Prioridades", además de ser el autor de varios libros, entre los que se destacan "Todo no da igual, A pesar de nuestras diferencias, me casaría de nuevo contigo y Saber vivir". Fernando Zabala está casado con Esther y juntos tienen dos hijos: Fernando Jr. y Mayerling; y tres nietas: Alexa, Amber y Annabella.