Categories

Archivos

Las bendiciones de la obediencia

Yo soy el Señor su Dios, que los sacó de Egipto para que no siguieran siendo esclavos de ellos; yo rompí el yugo que pesaba sobre ustedes, y los hice andar con la frente en alto.

Levítico 26: 13

En términos generales, la promesa de Dios para su pueblo consistía en que si era fiel, él satisfaría sus necesidades básicas. Primeramente, iban a tener trabajo, lo cual es una bendición. En Canaán sembrarían, cultivarían y cosecharían la tierra para obtener el alimento. La agricultura implica disciplina.

El agricultor se levanta de madrugada, es perseverante por varios meses y posteriormente obtiene el fruto de su esfuerzo. Dios por su parte, concedería los rayos del sol y la lluvia para producir el milagro de la cosecha. Tendrían alimento en abundancia. Comerían lo añejo y lo nuevo (vers. 10). Las alacenas siempre estarían llenas de provisiones. La promesa de Dios es actual. El rey David escribió: «Nunca vi desamparado al hombre bueno ni jamás vi a sus hijos pedir limosna» (Salmos 37:25).

Otra bendición sería vivir en paz y con seguridad. Antiguamente, las principales ciudades estaban amuralladas para protegerse del embate de cualquier enemigo. Otros confiaban en sus caballos y carruajes; peor aún, algunos recurrían a sus dioses e ídolos en busca de protección.

Más Dios le recuerda a su pueblo que ninguna mala bestia o espada los atacaría (vers. 6). Dios mismo sería su protector y en él podían confiar. Posteriormente, el salmista escribió: «Unos cuentan con sus carros de guerra y otros cuentan con sus caballos; pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios» (Salmos 20: 7).

Finalmente, quiero destacar que Israel tendría el privilegio de contar con la presencia de Dios entre sus ciudades. El Dios todopoderoso se iba a manifestar en una tierna figura: caminando con ellos. Este es aún tu privilegio: Dios a tu lado, platicando contigo, orientándote, ayudándote a decidir y protegiéndote.

El resultado de la obediencia sería que cada persona podría caminar con la frente en alto como señal de seguridad, confianza y de vivir vidas plenas y satisfactorias porque reconoce que es hijo del Rey de reyes. Nuestra vida no depende del azar o de fuerzas ocultas, sino de vivir en armonía con nuestro Salvador.

Así como para el agricultor hay alegría al momento de la cosecha, hay alegría en el cielo y satisfacción personal cuando por ser fieles al Señor, él puede cosechar en nosotros los frutos del Espíritu (Gálatas 5: 22-23). ¿Recuerdas cuál es el fruto del Espíritu? Amor, gozo, paz, paciencia…

César Sánchez Murillo es pastor y, actualmente, trabaja como editor y traductor en la editorial GEMA Editores, México. Le gusta mucho hablar de Jesús a los demás, leer y le encantan los deportes.