Si se vuelven al Señor y lo obedecen de todo corazón y con toda su alma, ustedes y los hijos de ustedes, como yo se lo ordeno ahora, entonces el Señor su Dios cambiará la suerte de ustedes y les tendrá compasión. Los reunirá otra vez de entre los países donde antes los arrojó.
Deuteronomio 30:2, 3
El sermón de despedida de Moisés (capítulos 28–30) presenta las bendiciones de la obediencia y las maldiciones de la desobediencia. Como Dios que nos creó con la facultad de razonar y decidir, le da al pueblo dos opciones: “Hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro” (Deut. 30:15).
Al estudiar estos capítulos, descubrimos algo muy interesante: son más los versículos que mencionan todo lo malo que iba a ocurrir como resultado de la desobediencia que los que mencionan las bendiciones. ¿Qué nos enseña esto?
Que Dios conoce el futuro, es el profeta por excelencia. Él sabía lo que iba a ocurrir en el año 722 a.C., cuando el Reino del Norte sería llevado cautivo por Asiria, y en el año 586 a.C., cuando Babilonia acabaría con Judá, el Reino del Sur. Pero así como Dios anticipa la destrucción de Israel por sus elecciones erróneas, anticipa también su perdón, la restauración y la renovación del pacto con Abraham.
Dios no solo lo sabe todo, sino que nos anticipa su misericordia. Un día Jesús habló con Pedro. Jesús sabía que en el momento de su prueba más grande, antes de su crucifixión, Pedro lo iba a negar. Aunque Pedro estaba seguro de que estaba dispuesto hasta a morir por él, Jesús le anticipó que él sabía lo que iba a ocurrir y que ya había orado por su restauración y su futura misión (Luc. 21:31, 32). Jesús lo trató con misericordia.
¡Qué maravilloso! Tenemos un Padre celestial que antes de que alguno de sus hijos se equivoque, ya está preparando el camino para que regrese a él.
Siempre tienes la puerta abierta para hablar con Dios y conocerlo más.