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Te alumbrará Cristo

Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.

Efesios 5:14

El 24 de agosto del año 79 d.C. ocurrió una de las tragedias más famosas de la historia humana: la erupción del monte Vesubio (otros calculan que fue el 24 de octubre). Miles de personas perecieron a causa de las cenizas ardientes, la lava enfurecida, las piedras ígneas y los gases emitidos por el volcán.

El más célebre de los muertos sin duda fue Plinio el Viejo, el prestigioso naturalista romano. Con deseo de conocer más sobre la muerte de ese destacado personaje, Tácito, el distinguido historiador, le pidió a Plinio el Joven que le contara sobre los incidentes relacionados con la muerte de su tío.

En una de sus cartas, Plinio el Joven narra que su madre le mostró la gran columna de nube a su tío, y que de inmediato, impulsado por sus intereses como hombre de ciencia, Plinio el Viejo ordenó la preparación de una flota y salió a inspeccionar de cerca aquella siniestra manifestación de poder de la naturaleza.

Mientras que todos los demás huían despavoridos, él ordenó mantener la embarcación “en línea recta, el timón directo hacia el peligro”. El capitán y los demás miembros de la expedición le rogaron que se devolviera, pero todo fue en vano. Plinio llegó a tierra, entró en casa de su amigo Pomponiano, comió y durmió “sin la menor sombra de duda”.

La situación era tan crítica que “en cualquier otro lugar era ya de día, pero allí era de noche, una noche más densa y negra que todas las noches que haya habido nunca”; no obstante, Plinio el Viejo seguía ignorando lo que estaba sucediendo y finalmente murió.

¿Cómo pudo Plinio el Viejo dormir ante la inminente tragedia? Debido a que muchos cometemos el mismo error, se nos recuerda “que es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom. 13:11).

No podemos seguir dormidos, porque se aproxima de manera inminente la noche más oscura de la historia humana: el día grande del Señor. Hemos de estar atentos. Por eso, “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” (Efe. 5:14).

Tenemos que abrir los ojos, sobre todo los del corazón, y prepararnos para que en medio de la noche más oscura de la historia se cumpla la promesa de que a nosotros nos “alumbrará Cristo”.

Esa luz nos permitirá ver el amanecer de un nuevo mundo en medio de la oscuridad.

J. Vladimir Polanco se ha desempeñado como pastor, profesor de teología y editor. Es el Editor de Publicaciones Teológicas de IADPA y director de la revista misionera "Prioridades", publicada mensualmente en cinco idiomas. El es el autor de varios libros.