Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas.
2 Corintios 10:4, NVI.
Al final de cada año hago una revisión de los libros leídos y selecciono cuáles fueron los que más influyeron en mi vida. En 2021 uno de los más interesantes fue Un corazón tranquilo: Cómo vivir con auténtica libertad emocional, del doctor Carlos Fayard.
El capítulo 4 aborda el tema de las adicciones y ofrece datos muy reveladores. En la antigua Roma se consideraba addictus a la persona que había caído en la esclavitud por haber seguido una “conducta imprudente”.
En nuestro tiempo se podría decir que un “adicto” es el que voluntariamente se ha convertido en un esclavo de alguna sustancia o algún habito nada conveniente.
En cada párrafo del capítulo hay declaraciones muy instructivas, y me gustaría compartir una que me hizo reflexionar: “Cuando se estudian los mecanismos neurobiológicos de las adicciones, se descubre que el cerebro de un adicto a una sustancia química se ve exactamente igual al de un adicto a una conducta”.169
¿Acaso nos sentimos con el derecho de juzgar y criticar a los que son esclavos del alcohol, de las drogas, de los medicamentos, puesto que damos por sentado que los adictos a sustancias son peores que nosotros? Pues nuestro cerebro y el de ellos se ven exactamente iguales. ¿Por qué?
El profeta Jeremías dice que nosotros estamos “habituados a hacer lo malo” (Jer. 13:23) y que hemos acostumbrado a nuestra “lengua a hablar mentira” (Jer. 9:5, JBS).
El ser humano es un “esclavo del pecado” (Juan 8:34). Somos adictos a costumbres pecaminosas que no nos sueltan, que han estropeado nuestro carácter. Hemos caído bajo la tiranía de un amo que nos obliga a cometer actos imprudentes. Sin embargo, “aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Cor. 10:3, 4).
Muchos caemos en adicciones porque nos enfrentamos a ellas con armas fabricadas por seres humanos, pero el Señor nos ha prometido darnos armas forjadas en el mismo cielo, armas que son “poderosas en Dios”; estas nos permitirán derribar el muro aparentemente inexpugnable de nuestras más terribles adicciones.
A tu alcance está el poder divino que te permitirá derribar tus malas costumbres y construir una vida dedicada al bien.
169 Carlos Fayard, Un corazón tranquilo: Cómo vivir con auténtica libertad emocional (Doral, Florida: IADPA, 2021), pp. 60, 61.