Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir puertas delante de él, puertas que no se cerrarán.
Isaías 45:1
Subamos a la máquina del tiempo y retrocedamos al 12 de octubre de 539 a.C. Dos acontecimientos significativos están ocurriendo esa noche. Por un lado, los ejércitos persas tienen sitiada la ciudad de Babilonia; por el otro, los babilonios están disfrutando de la fiesta que se está llevando a cabo en el palacio real.
¿Cómo podía el rey Belsasar disfrutar de una celebración festiva cuando la ciudad estaba sitiada? Quizás el historiador Heródoto nos ayude a entender por qué los babilonios se sentían tan confiados.
De acuerdo con el historiador griego, la ciudad de Babilonia estaba protegida por un foso profundo y ancho lleno de agua, seguido por una muralla de 24 metros de ancho y 88 metros de alto.
Era una ciudad inexpugnable. Sin embargo, cuenta Heródoto que los ejércitos persas lograron desviar las aguas del Éufrates, cruzar por el cauce del río y penetrar la ciudad por las puertas de hierro y de bronce que estaban bajo las aguas del río y que esa noche quedaron abiertas.
De esa manera entraron en Babilonia sin librar batalla. Cuando media ciudad había sido ya conquistada, los babilonios ni se habían enterado, pues “se daba la coincidencia de que estaban celebrando una fiesta; en aquel momento se hallaban bailando y se encontraban en pleno jolgorio”.193
Casi doscientos años antes de los eventos descritos por Heródoto, Dios había predicho con respecto a Ciro: “Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir puertas delante de él, puertas que no se cerrarán: Yo iré delante de ti y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce y haré pedazos cerrojos de hierro” (Isa. 45:1, 2).
Las puertas de la ciudad más segura del mundo quedaron abiertas porque Dios ya le había dicho a Ciro que abriría puertas delante de él.
Así como Ciro cumplió con todo lo que el Señor quería, el Señor también cumplió con todo lo que le había prometido a Ciro. El Dios que le abrió puertas a Ciro es el mismo que hoy puede abrir para ti puertas en la tierra y puertas en el cielo. Puertas que no se cerrarán.
193 Historias, libro I, 181-191 (Madrid: Editorial Gredos, 1992), pp. 238-249.