Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué, hijo de Josadac, junto con sus compañeros los sacerdotes y levitas, y con todos los desterrados que volvieron a Jerusalén, iniciaron la reconstrucción del templo de Dios en el mes segundo del segundo año de su llegada a Jerusalén, dejando la dirección de las obras en manos de los levitas mayores de veinte años.
Esdras 3:8.
¿Sabes qué es lo primero que se debe construir de un templo? Esa es la pregunta que debían responder el sacerdote Josué y el gobernador Zorobabel. Después de conversarlo, decidieron que lo primero que harían sería construir el altar para ofrecer ofrendas a Dios, que en aquel tiempo eran los sacrificios de los corderos. Así, el pueblo realizaba una ofrenda “cada mañana y cada tarde” (vers. 3).
Esos corderos representaban a Jesús, que tiempo después, se entregaría en la cruz como un cordero para el perdón de nuestros pecados. Por eso, hoy ya no es necesario que sacrifiquemos corderos.
¿Sabías que el pueblo de Israel también hacía fiestas a lo largo del año? Y las más importantes se celebraban el séptimo mes. Para la mayoría de los israelitas que habían sido liberados de Babilonia era su primera experiencia en participar de esas fiestas.
Y la Biblia dice que ofrendaron conforme a las bendiciones que cada uno había recibido. ¿No es un gran ejemplo de generosidad y agradecimiento a Dios? Es decir, antes de edificar sus casas, como muestra de gratitud y con el fin de restaurar el culto, dieron lo mejor que tenían “para el fondo de reconstrucción, conforme a sus posibilidades”. Esdras menciona que fueron “cuatrocientos ochenta y ocho kilos de oro, dos mil setecientos cincuenta kilos de plata y cien túnicas sacerdotales” (2:69).
¡Un verdadero tesoro! Después de construir el altar, lo siguiente era construir los cimientos del templo. ¡Los israelitas se alegraron mucho! ¡Por fin tendrían un lugar para adorar y alabar a Dios! Los sacerdotes tocaron trompetas, los levitas hicieron resonar los címbalos, y todos alababan a Dios con estas palabras del Salmo 136: “‘Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor por Israel es eterno’. Y todo el pueblo gritaba de alegría y alababa al Señor, porque ya se había comenzado a reconstruir el templo del Señor” (Esd. 3:11).
¿Te gusta ir al templo a adorar a Dios? Hoy puedes hacerlo.