En ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos salvarnos.
Hechos 4:12, DHH.
En la base de una estatua se encontró una inscripción griega que dice lo siguiente: “El pueblo de Mallos (honra a) Demeas, hijo de Hermócrates, que ha sido un benefactor público y que ha ocupado un cargo público para la salvación del pueblo”.242
En la literatura grecorromana eran muchos los que recibían el título de “salvador”. La salvación podía llegar a través de personas como Demeas, pero también se manifestaba mediante los dioses, los reyes, los filósofos, los ricos, los médicos, los generales, los sacerdotes…
Sin embargo, en la literatura cristiana las cosas son completamente diferentes a su contraparte grecorromana.
En el Nuevo Testamento, todas las referencias a la salvación están restringidas exclusivamente a Cristo y a Dios. Una de las declaraciones más significativas al respecto fue la hecha por María.
Cuando Elisabet la consideró como “bendita […] entre las mujeres” y “bienaventurada”, María declaró: “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la bajeza de su sierva, pues desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones, porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso. ¡Santo es su nombre” (Luc. 1:46-49).
María se hace eco de la declaración que había dado el profeta: “Mas yo volveré mis ojos a Jehová, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá” (Miq. 7:7).
La alabanza de María en la que engrandece a Dios y lo reconoce como su Salvador es seguida de una expresión de humildad: “Ha mirado la bajeza de su sierva”.
“La bajeza” de María tiene que ver con su condición de mujer humilde, que no era un personaje de importancia para los círculos sociales de la época, que se sentía indigna de ser la madre del Mesías. Pero en esa sencilla mujer, el Poderoso hizo “grandes cosas”.
Ese Dios poderoso que actuó en María, y que salvó a María, ahora está listo para hacer grandes obras en tu vida. Y la más grande es esta: darte salvación. Como bien dice Hechos 4:12: “En ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos salvarnos” (DHH).
No es María, no es Elisabet, el único Salvador es nuestro Señor Jesucristo.
242 J. R. Harrison, “Saviour of the People” en New Documents Illustrating Early Christianity, S. R. Llewelyn, ed. (Grand Rapids, Míchigan: William B. Eerdmans, 2002), p. 4.