Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Salmo 46:1
Sí, es cierto: todos, sin excepción, en algún momento de nuestras vidas, nos sentiremos desamparados y desprotegidos y nos tocará enfrentar verdaderas tribulaciones.
Y aunque nadie tiene que vivir pensando en ello todos los días, también sería insensato no hacer una provisión para cuando lleguen estas realidades.
Es aquí donde nuestro Dios aparece frente a nosotros diciéndonos: “Yo los ampararé, yo les daré mi protección, yo los haré fuertes cuando se sientan débiles, y en la tribulación, vendré prontamente a darles mi auxilio”.
No sé cuánto representan estas promesas de Dios para ti, pero si has pasado por una tribulación, seguramente puedes entender muy bien lo que Dios está diciendo aquí.
¿Te imaginas lo que significó este versículo para los poco más de ochocientos sobrevivientes del naufragio del Titanic?
¿Puedes imaginarte cuántos de los más de 1.400 pasajeros que murieron en esa tragedia repitieron estas palabras u otras semejantes? La historia cuenta que el Carpathia, que fue el primer barco que llegó a socorrer a las víctimas, pudo arribar a la zona del desastre recién cuatro horas después del accidente, pudiendo solo rescatar a los que estaban en los botes salvavidas.
Los demás murieron congelados en las aguas porque no llegó un auxilio a tiempo para rescatarlos, o ahogados dentro del barco porque el número insuficiente de botes salvavidas no alcanzó para ellos.
El California, otro trasatlántico que se encontraba a 10 millas de la tragedia, no recibió el mensaje de auxilio porque, minutos antes, sus radiotelegrafistas habían apagado el aparato, enojados por la actitud de soberbia de la tripulación del Titanic cuando trataron de avisarles de la presencia de témpanos de hielo en la zona.
Nuestro Dios no es solo un auxilio, es el mejor, es completo y es tan rápido como lo necesitamos. Él no solo está ahí para cuando el desastre amenaza a muchos, sino también nos ampara individualmente cuando los demás parecen olvidarse de nosotros. Su amor es tan grande que se ofrece para convertirse en una fortaleza donde podamos refugiarnos de todo peligro y del enemigo de nuestras almas.
Así como un barco necesita botes salvavidas, un soldado necesita una fortaleza desde donde batallar y todo ser humano necesita tener un techo y una familia que lo ampare, así también en nuestra experiencia espiritual nunca debemos olvidar que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.