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Entre garras y alas

¡Daniel, siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios, a quien sirves tan fielmente, rescatarte de los leones?

Daniel 6:20.

¡Danieeel!».

Él respiró profundamente. El ambiente era sofocante, y escuchar su nombre así gritado era demasiado bueno, especialmente después de una noche como la que había pasado.

El rey Darío extendió la mano a su amigo, y me imagino que se dieron un fuerte abrazo. Claro, Daniel había vivido momentos de mucho miedo. El foso en el cual lo habían arrojado era un lugar oscuro, y esos leones hambrientos lo habían dejado muy afligido.

Ah, pero el alivio fue enorme cuando percibió a un ángel valiente cerrando la boca de esos animales feroces. ¡Cuán poderoso es Dios! ¡Él envió un ángel especialmente para proteger a Daniel!

Esta historia nos enseña que, por más complicada que sea la situación, no necesitas enfrentarla solo. Siempre habrá personas que se preocuparán por ti y que podrán protegerte. Y por sobre todo, tenemos a nuestro mayor protector: Dios. Nuestro Padre celestial es el mismo que protegió la vida de Daniel.

Mi oración: Querido Papá que estás en los cielos, así como el Señor protegió a Daniel en el foso de los leones, por favor, cuídame a mí también.

Alivio: Es lo mismo que decir «¡uff!», y «menos mal»; sentimiento de comodidad y tranquilidad que viene después de solucionar una tarea difícil.