Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: ‘Sean santos, porque yo soy santo.
1 Pedro 1:15, 16
Estos textos nos recuerdan que debemos ser santos, porque Dios, quien nos llamó, es santo. La santidad se trata de reflejar el carácter y la naturaleza de Dios en todos los aspectos de nuestra vida, demostrando su amor, compasión y justicia al mundo. Profundicemos un poco en esto.
Pureza de corazón. Mateo 5:8 dice: «Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios». La santidad implica un corazón puro y sin divisiones, que desea acercarse a Dios y verlo en todas las cosas. Al mismo tiempo, nos impulsa a extender amor y gracia a los demás.
Propósito en la vida. El versículo de 2 Timoteo 1:9 habla del propósito y la gracia de Dios, que nos llama a una vida santa. La santidad no se trata solo de pureza personal, sino también de vivir el propósito de Dios para nuestra vida, impactar el mundo para su gloria y avanzar su reino.
Dios nos hace un llamado a reflejar su carácter, mantener la pureza de corazón, vivir una vida dedicada al propósito que tiene para nosotros y ser una luz brillante en un mundo necesitado de su santidad.
La santidad no es un deber abrumador, sino un viaje alegre y gratificante de acercarnos a Dios, aceptar su transformación, extender gracia a los demás e inspirar a otros a hacer lo mismo.
Oración: Ayúdame, Dios, a abrazar la santidad como una forma de reflejar tu carácter, mantener la pureza de corazón y vivir tu divino propósito en mi vida.