El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.
2 Corintios 3:18.
Cuando era niña, recuerdo que mi papá me contaba una historia que siempre me impresionaba. Era acerca de un padre que construyó una estatua para su hijo, que tenía una joroba en la espalda. Ese padre hizo la estatua representando al propio hijo en el jardín, pero con una diferencia: en la escultura, el niño estaba derecho, sin la joroba.
Día tras día, el niño miraba la escultura y se enderezaba, buscando una postura erguida, para estar más parecido a la estatua. Después de un tiempo, cuenta la historia, de tanto observar atentamente, se fue enderezando, hasta que la joroba casi desapareció.
No sabemos hasta qué punto alguien podría, por acomodar la postura, mejorar una situación así; sin embargo, lo que importa es lo que nos enseña esta historia. La Biblia nos explica que somos transformados cuando contemplamos la gloria de Dios.
Eso que vemos diariamente nos transforma. ¡En serio! ¿Qué estás poniendo ante tus ojitos? ¿Qué estás mirando con atención?
Usa un espejo para leer la oración de hoy.
Mi oración. Querido Dios, ayúdame a contemplar tu palabra y tus enseñanzas para mi bien.
Contemplar: Mirar detenidamente; fijarse con mucha atención; observar profundamente.