Luego el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló aliento de vida en la nariz del hombre, y el hombre se convirtió en un ser viviente.
Génesis 2:7.
¿Por qué agradeciste hoy? Seguro que ya anotaste o dibujaste muchas cosas geniales para poner en el frasco de la gratitud.
Pedro Augusto también estaba agradecido esa mañana de marzo. Él se había enfermado muy grave; tan enfermo estaba que no podía ni siquiera respirar. Necesitó remedios, cuidados y se quedó doce días internado en el hospital. Su mamá se quedaba con él algunas horas al día, pero debía cuidar también a su hermana bebé. Cuando su mamá se iba, los enfermeros del hospital infantil lo cuidaban con dedicación.
Tuvo que usar aparatos que lo ayudaban a respirar. Era muy incómodo. Pero, en sus pensamientos, el muchacho recordaba las tardes que había pasado jugando en la escuela, los campamentos de la iglesia, las charlas en familia… y no se sentía triste.
Llegó el día en que el equipo del hospital vino a sacar el aparato de Pedro Augusto, y pudo mirar por la ventana. Respiró profundamente. El aire que entraba era la dádiva más bonita que Dios, desde el comienzo de los tiempos, podría regalarle a alguien.
Hoy te propongo que prepares una sorpresa para algún maestro de la escuela o de la iglesia y le prepares una tarjeta. La gratitud es una forma de cariño.
Mi oración: Señor, gracias por el aire que respiro y por todas las dádivas que tengo en mi vida.
Dádiva: Donación; regalo; ofrecer algo a alguna persona, aun cuando no es su cumpleaños.