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No juzguéis

No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.

Lucas 6: 37

Juzgar a la ligera es muy fácil. Todos lo hacemos demasiado a menudo. Pero juzgar constructivamente, con ponderación y equidad eso ya es harina de otro costal.

Jesús nos recomienda que no lo hagamos a la ligera: «No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá» (Mat. 7: 1-2).

Arrogarse las funciones de juez es arriesgado. Jesús renunció a hacerlo. Se negó a entrometerse en los deberes de los jueces profesionales. El Evangelio nos cuenta que, un día, «le dijo uno de la multitud: «Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia». Pero él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez?»» (Luc. 12: 14).

Ruth es juez desde que tenía 25 años. Su tarea profesional se presentaba bastante compleja desde el primer momento. Varias circunstancias se la complicaban: además de ser mujer, era uno de los jueces más jóvenes de España, era adventista del séptimo día y debía ejercer en un sector del país en un momento en el que, por razones políticas, algunos nacionalistas se implicaban en acciones terroristas.

Tengo el privilegio de conocerla personalmente casi desde su nacimiento, por amistad con sus padres que, curiosamente, se llaman respectivamente como mi esposa y yo. Soy testigo de haber visto cómo guardias de escolta la acompañaban de su casa a la iglesia de la que Ruth es miembro activo, como toda su familia.

A pesar de todo, esta valiente jueza, en años muy difíciles se esforzó por hacer posible la política de reinserción de presos arrepentidos impulsada por el gobierno del país. Llevada por su sentido de la justicia, y pese a estar constantemente hostigada por partidos de la oposición, la joven tenía muy claro, en sus propias palabras al Periódico de Catalunya en 1994, que «los encarcelados que ya no creen en la violencia no tienen la culpa de que los de fuera sigan matando». Para ella la función de juzgar no tiene como objetivo último condenar, ni menos todavía castigar a los presos para que se pudran en la cárcel. «Para la legalidad vigente —añadía la finalidad de la pena es la reeducación y la reinserción». También en esto Ruth ha seguido el consejo de Jesús.

Señor, puesto que «ni aun el Padre juzga a nadie, sino que ha dado todo juicio al Hijo» (Juan 5: 22, RV1977), líbrame hoy de juzgar, y menos aún, de condenar a nadie.