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El poder de esa vela pequeña

¡Levántate, Jerusalén! Que brille tu luz para que todos la vean. Pues la gloria del Señor se levanta para resplandecer sobre ti.

Isaías 60:1

Crecí escuchando a mi papá contar historias y predicar a grupos, comunidades e iglesias. Cuando hablaba de ser luz en el mundo, siempre contaba la historia de la vela. Llevaba una vela de verdad y una caja de fósforos al púlpito.

Comenzaba preguntando si ya habían estado en un lugar oscuro, tan desprovisto de luz que no podían ver siquiera la propia mano adelante. Sin luz, las personas se pierden, pueden incluso lastimarse o lastimar a otras personas.

Una vela, por más que sea pequeña, puede iluminar un ambiente. En un lugar así de oscuro, las personas enseguida mirarían hacia la vela. ¡Qué gran ayuda!

Y mi papá terminaba diciendo: «Aunque tiene una luz muy pequeñita, esta vela tiene el poder y la posibilidad de encender otras velas. Imagínate, se podría iluminar todo».

Siempre recuerdo esta ilustración cuando pienso en la orden de Jesús: «Ustedes son la luz del mundo». Necesitamos ser capaces de iluminar y traer paz al corazón de las personas, porque la esperanza corta la oscuridad.

Mi oración: Señor, que mi luz brille mostrando a mis compañeritos tu amor.

Iluminar: Desparramar luz; hacer que el lugar sea más claro; como cuando pides que dejen esa lucecita encendida solo un ratito antes de dormir.