El orgullo termina en humillación, mientras que la humildad trae honra.
Proverbios 29:23.
Amán era ministro del rey de Persia. Eran también un hombre orgulloso y malvado. Disfrutaba de tener una sensación de poder cuando las personas se arrodillaban ante él; hasta había un decreto real que mandaba que todos hicieron eso.
Y todos en el palacio lo hacían… menos Mardoqueo. Él tenía fe en el Dios verdadero. Era judío y adoraba al Señor; por eso no hacía reverencias a Amán.
El ministro se enfureció por esta actitud. Estaba tan enojado que ideó un plan no solo para destruir a Mardoqueo, ¡sino también a toda su familia y a su pueblo!
El orgullo de Amán nos revela que debemos aprender con humildad, no con vanidad. ¿Y cómo termina esa historia? Pídele a alguien de tu familia que te cuenta esa historia. Se encuentra en la Biblia, en el libro de Ester.
En familia, anota en tiras de papel recordatorios con versículos bíblicos que hablen sobre la humildad. Esparce esos consejos por toda la casa.
Mi oración: Padre que estás en el Cielo, ayúdame a ser un niño humilde.
Orgullo: Sentimiento de vanidad; creerse mejor que las demás personas.