Pues hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a una misma esperanza gloriosa para el futuro.
Efesios 4:4.
La ciudad de Berlín, en Alemania, tenía un muro que dividió su territorio durante 30 años. Las familias quedaron separadas y eso fue muy triste. Había hijos separados de sus padres que, cuando se casaron, enviaron fotos y cartas a través del muro. También mostraron a sus bebés para que los familiares pudieran conocerlos. Podían verlos, pero no podían tocarlos.
Un día, el portavoz del gobierno anunció que abrirían las fronteras. Las personas de ambos lados del muro comenzaron el proceso de destruir esos ladrillos que separaban a las familias y los amigos. Finalmente, cruzaron al otro lado y se pudieron volver a abrazar.
Incluso con diferencias y peleas, la gente se unió con un propósito más importante: reunirse con las personas que amaban. Este evento me recuerda cómo, aunque somos personas diferentes, tenemos un objetivo esencial en nuestra vida: ¡hablar del amor de Jesús a toda la humanidad!
Mi oración: Querido Dios, que los niños del mundo se unan con el propósito de compartir tu amor.
Unanimidad: Acordar, estar de acuerdo con las ideas del otro. Cuando un grupo piensa igual sobre algo importante, sin haber confusiones.

