Al llegar Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: «¿Quién dicen los hombres s que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Mateo 16: 13-15
Dar testimonio de nuestra fe requiere explicar, de algún modo, quién es Jesús para nosotros. Creo que la clave de la supervivencia del cristianismo genuino se encuentra en nuestra voluntad de identificarnos personalmente con Jesús y de hacer nuestra su causa. Más que una doctrina, la fe cristiana es una «interpretación» de Jesús. Como sabiamente se ha dicho: «El maravilloso amor de Cristo enternecerá y subyugará los corazones cuando la simple exposición de las doctrinas no lograría nada» (El Deseado de todas las gentes, pág. 766).
¿Cómo se podría dar a conocer la obra de Johann Sebastian Bach sin músicos capaces de interpretarla? El futuro del cristianismo depende de la interpretación que los cristianos de hoy hagamos de Cristo. ¿Cómo presentarlo en una sociedad posmoderna con una vivencia de amor que sea capaz de aportar esperanza a nuestro mundo?
Interpretar a Jesús es serle fiel a nivel personal más allá de la falsa seguridad de las tradiciones. Los apóstoles y evangelistas lo hicieron cada uno a su manera. No se limitaron a reproducir literalmente sus palabras, porque no querían que sus predicaciones solo interesasen a arqueólogos, ni que sus iglesias se convirtiesen en museos. Jesús nos dio ejemplo de lo que significa ser un «intérprete de Dios» (Juan 1: 18). «Oísteis que fue dicho a los antiguos, pero yo os digo» (Mat. 5: 21, 27, 31, 33, 38).
Si Jesús necesitaba entonces explicar las Escrituras para que su público captara su verdadero mensaje, nosotros necesitamos, guiados por el Espíritu, «interpretar» a Jesús a través de nuestra vida, de nuestras palabras y de nuestra propia experiencia, con el fin de hacerlo comprensible y atractivo para nuestro entorno.
Un gran error de algunos creyentes consiste en fijar a Cristo en unas cuantas frases hechas, en unas cuantas metáforas o imágenes, en unos estereotipos repetitivos, sin duda muy tradicionales y auténticos, pero tan alejados de los intereses de los hombres y mujeres de hoy como de sus necesidades.
O seguimos bloqueados por formulaciones obsoletas, o renovamos la fuerza de nuestro mensaje inspirado por la creatividad inagotable del Espíritu Santo.
Señor, sé bien que solo puedo ser testigo de algo que he experimentado personalmente. Solo puedo transmitir tu mensaje de amor universal si lo vivo yo mismo. Solo puedo hacer brillar la luz del evangelio si en mi corazón resplandece su llama.