«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús». Filipenses 2: 5
CRISTO AFIRMÓ QUE HABÍA VENIDO A CUMPLIR la promesa mesiánica de aliviar a los pobres y sanar a los quebrantados de corazón por tanta ansiedad, angustia y problemas físicos, financieros, familiares, sociales, religiosos y políticos. Él vino a libertar a los encarcelados, dar vista a los ciegos y a liberar a los oprimidos (Lucas 4: 18).
Elena G. de White declaró por escrito: «El amor de Jesús por la humanidad fue inconmensurable. Había aldeas enteras donde no se oía un solo gemido de dolor en ninguna casa, porque él había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos.
Su obra demostraba su unción divina. En cada acto de su vida revelaba amor, misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna consideración por todos los seres humanos. Se revistió de la naturaleza humana para poder solidarizarse con nosotros en nuestras necesidades. Los más pobres y humildes no tenían temor de acercarse a él. Aun los niñitos se sentían atraídos a él. Les gustaba sentarse en sus rodillas y contemplar su rostro pensativo, que irradiaba benignidad y amor» (El camino a Cristo, cap. 1, p. 17). Jesús vivió, pensó y oró por los demás. Se identificó con las necesidades de la gente. Sus necesidades y sufrimientos eran los de él.
Una mujer quedó viuda con sus dos hijos pequeños. Debido a la deuda que había contraído tratando de curar a su esposo, la desalojaron de su casa. Al poco tiempo, subastaron la propiedad y ella asistió para ver quién se quedaba con ella. Cuando se cerró la subasta, la mujer comenzó a llorar por su desgracia. Sin embargo, apenas entregó las llaves de la casa, el comprador se las devolvió a la mujer, diciendo: «Fui un niño huérfano y provengo de una familia humilde. Dios me ha dado recursos, y quiero devolverle una parte de lo mucho que él me ha dado. No me debe nada, la casa es suya».
La mujer estuvo agradecida durante el resto de su vida.
Si Jesús nos ha dado tanto, ¿por qué no devolverle parte de lo que tenemos? Brindemos hoy una sonrisa, un abrazo o una oración a quienes lo necesiten. Ayudemos a los desvalidos, aun cuando ello conlleve privarnos de algunas cosas.
Lecturas Devocionales Para Adultos 2018
Fuentes de Vida – David Javier Pérez