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El Dios de lo imposible

«Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo». Juan 16: 33, NTV

EL MIÉRCOLES 20 DE ABRIL DE 2011 emprendimos un viaje en automóvil desde Santiago a Punta Cana, en República Dominicana. Era un viaje de unas cinco o seis horas. Mientras íbamos de camino escuchábamos una hermosa canción titulada: «El Dios de lo imposible».

A eso de las 9 pm comenzó a llover. Ya nos encontrábamos cerca de nuestro destino. Mientras esperábamos frente a un semáforo un señor en una motocicleta se estrelló contra la parte trasera de nuestro vehículo y de inmediato emprendió la huida. Continuamos nuestro camino pero yo olvidé abrocharme el cinturón de seguridad.

Media hora más tarde, mientras pasábamos por una curva con poca luz y bajo una fuerte lluvia, vimos que un camión venía hacia nosotros en vía contraria. Mi esposo le hizo cambio de luz pero él no respondió. Pensando en ese momento que el accidente era inevitable y tratando de esquivar el golpe mi esposo se cruzó al carril contrario, pero por desgracia el conductor del camión, en el último segundo, reaccionó y regresó a su carril. Ya te puedes imaginar el resto.

Mi esposo se lesionó el tendón de la mano izquierda. Edward, mi hijo de cuatro años, se fracturó la pierna izquierda, el brazo derecho y la clavícula y Grace, mi hija de dos años, solo sufrió fracturas nasales. En cambio yo, que no tenía el cinturón de seguridad (y quiero que aprendas de mi historia a siempre abrochártelo), me fracturé ambas piernas, el brazo derecho, varias costillas, me lesioné el cuello, recibí un trauma craneal, perdí casi toda la sangre, y también perdí el bebé que esperaba. Mi condición era tan crítica que no me daban muchas esperanzas de vida.

Pero como dice la canción que había escuchado en el camino: «Mi Dios es el Dios de lo imposible»; él hizo posible lo impensable. Después de un largo y tortuoso proceso aprendía caminar de nuevo y me recuperé totalmente. Hoy puedo decir «¡Dios es bueno!». Él preservó nuestras vidas. Llevo en mi cuerpo las cicatrices que cada día me recuerdan lo que Dios hizo por mí y por mi familia. «Mi Dios es el Dios de lo imposible, y él hará lo imposible hoy por ti».

Yohanna Pérez Vidal, República Dominicana

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