Tu Dios [será] mi Dios.
Rut 1:16.
El libro de Rut narra una historia de amor y redención en los días que gobernaban los jueces”. Eran tiempos de «hambre en la tierra”, dice el escritor bíblico (Rut 1:1). Dios les prometió a los hebreos que si eran obedientes a sus mandamientos, siempre tendrían abundancia (ver Deuteronomio 11:13-15), pero una hambruna implica que habían desobedecido al Señor.
Ante la emergencia, Elimelec y Noemí, oriundos de Belén de Judá, cruzaron el Jordán y se establecieron en Moab, donde las altas mesetas ofrecían alimento para los rebaños. Ahí Mahlón, uno de sus hijos, se casó con Rut, una joven moabita.
Rut había aprendido a rendir culto al dios de Moab, y tal vez fue testigo del sacrificio de niños en honor a ese falso dios de piedra. Aquellas ceremonias debieron resultarle muy crueles a Rut, y las contrastó con el carácter amoroso del Dios de Israel mediante el testimonio de su esposo y de su suegra Noemí.
Todo ese conocimiento fue aumentando. Rut debía experimentarlo por sí misma, pero debe haberle sorprendido el hecho de que el Dios de Israel era invisible, en contraste con su dios, al que podía ver y tocar. ¡Qué triste es servir a dioses de madera y piedra!
Hoy, muchos cuestionan la existencia de Dios porque no lo ven ni lo conocen, y no saben que “Dios es amor está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba» -CC, 10. El salmista declara: «Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida a su tiempo. Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente” (Salmo 145:15, 16).
El Dios al que los incrédulos niegan, el Dios que está en todas partes, es invisible ante la vista pero no ante los ojos de la fe. Aun en medio del sufrimiento manifiesta su presencia, pues “hay flores en los cardos, y las espinas están cubiertas de rosas” – Ibíd.
Rut decidió creer, y el Dios invisible a sus ojos se tornó visible ante su fe.
¿Quisieras pedirle a Dios que despliegue ante ti su gloria y se haga visible para ti hoy? -LCh