Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.
Efesios 2:19.
Don Miguel de Unamuno, filósofo y escritor español, dijo que hay tres tipos de creencias: la fe, la razón y la esperanza. Considero que estas creencias no tienen por qué estar en conflicto. Por fe creemos en lo que no vemos. Por la razón percibimos lo que vemos. Por la esperanza creemos en lo que veremos.
El cristianismo es una religión de fe. Creemos en Dios, aunque no lo vemos. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6). Job tuvo fe en Dios a pesar de no verlo ni entender el porqué de sus atroces sufrimientos.
El cristianismo es también una religión racional. Vemos la creación y pensamos en el Creador. “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Sal. 19:1). A pesar de que la entrada del pecado en el mundo trastornó la creación, la naturaleza expone ante nuestros sentidos ecosistemas que han probado ser funcionales. San Pablo recomendó a los cristianos de Roma una adoración racional. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1).
El cristianismo es, además, una religión de esperanza. Estamos “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). La esperanza en el retorno de nuestro Redentor es el gran estímulo para vivir ahora, en el reino de la gracia, y para aspirar a la vida eterna en el reino de la gloria.
Sí, el cristianismo apela a nuestras tres facultades: la inteligencia, por ella aprendemos el evangelio; la voluntad, por ella decidimos seguir a Cristo; y el corazón, por eso lo amamos. Nuestra religión es Cristo en la cruz. Nuestra religión se realiza en un acto redentor: la crucifixión. Se expresa en la doctrina. Se practica en la moral. Se consuma en la adoración.
