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Amor pero de verdad

Matutinas para Mujeres 2020

Me encontraba junto a mis hijos entre el azul del cielo y el azul del mar. La pequeña embarcación donde viajábamos daba saltos sobre el oleaje. Mientras mis hijos se divertían, yo apenas disimulaba. Parecía pasármelo bien pero, por dentro, sentía como si mil caballos galoparan a toda fuerza sobre mi corazón, al mismo ritmo del motor de la barca. Un escalofrío se apoderó de mí. Miraba a las profundas y heladas aguas del mar, pensando qué haría si pasaba algo, pues yo no sabía nadar. Mi único deseo era llegar inmediatamente a tierra firme.

Atormentada por tales pensamientos, decidí pensar en otra cosa, y miré entonces el espléndido cielo, la majestuosa montaña y cada detalle del gran océano que se extendía ante mí. Me dije: «Patricia, tienes un Dios que te escucha, que obra a tu favor cada vez que lo necesitas, cuyo oído no descansa ante tus súplicas, que escucha hasta tu más insignificante plegaria. ¿Cómo puedes tener tanto miedo? Confía en él». Confié y el resto del viaje pude permanecer tranquila, hasta que llegamos a la otra orilla.

Ese es nuestro Dios. El que se ha tomado el tiempo de diseñar hasta la úl­tima constelación; el que dio un tono de blanco azulado a las pléyades y otorgó perfecta armonía al cosmos; el que permitió el paso de los ríos por entre las llanuras para saciar la sed de las gentes… El artífice de todo lo que existe, el mismo Creador, tomó forma de siervo y se hizo semejante a ti y a mí para dar­nos la salvación. Eso es amor. Un amor que ningún mortal podrá jamás igualar.

Hoy celebramos el Día de los Enamorados. Y si bien es una celebración mo­tivada por algo bonito como la exaltación del amor de pareja, no tiene punto de comparación con el amor que Dios nos ofrece a través de su Hijo. Esa sí es una celebración para saltar de gozo, y para disfrutar cada día de nuestra exis­tencia, no solo un día cada ario. «Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero» (1 Juan 4: 19, NVI), y ese amor que nos ha brindado bien merece nuestra celebración.

«Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma» (Sal. 143: 8, NVI).

«Dios es amor, y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él»

(1 Juan 4: 16).