«Aunque el odio se encubra con disimulo, la maldad se hará manifiesta en la comunidad»
(Proverbios 26:26).
Mientras predicaba el Sermón del Monte, Jesucristo presentó algunas de las señales que indicarían su inminente regreso a este mundo. Habló de las guerras, los terremotos y las enfermedades nuevas, así como los engaños y las persecuciones del tiempo del fin. Sin embargo, también hizo referencia a la condición del corazón humano: «Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24:12, NVI). Así es.
Jesús advirtió que en el tiempo del fin aprender a amar sería uno de los grandes desafíos para la sociedad. Las condiciones sociales favorecerían el egoísmo, la incompatibilidad en la pareja y el alejamiento mutuo, entre otros. Parece que en este tiempo lo que importa es la pasión, el desenfreno y la satisfacción de los apetitos sexuales. No hay suficiente tiempo para amar, confiar, respetar y admirar a otra persona. Más bien, todo el mundo exige, reclama y demanda; pocos están dispuesto a someter su voluntad, sus deseos o sus intereses. En cuestiones de amor, hoy el ser humano quiere ser servido, pero no está dispuesto a servir.
La ausencia de afecto es uno de los detonantes de los conflictos personales y las epidemias de ansiedad. La vida no se puede disfrutar si no hay una dosis suficiente de afecto. Cuando eso sucede, la desilusión hace presa de la gente y sobreviene un notable desencanto. Ahí tienes el perfil de varias sociedades desarrolladas: a pesar de vivir en una época de grandes libertades, acceso a la educación y una situación económica favorable, muchos de sus ciudadanos experimentan una profunda insatisfacción personal, frustración y hastío por la vida.
¿Cómo se puede superar una situación de esta naturaleza? La Biblia tiene la respuesta: «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (1 Juan 4:8, NVI). Lo que el mundo necesita es aprender a amar. Pero para lograrla es necesario conocer a Dios, tener una íntima relación con él. Sin embargo, muchos insisten en rechazar la bendita solución, a pesar de estar sufriendo la, consecuencias de sus nefastas decisiones.
En este día quiero invitarte a recordar la promesa bíblica que asevera: «El amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce» (1 Juan 4:7 NVI). Abre tu corazón a Dios y él te ayudará a superar el desamor.