«Señor, espero que me salves, pues he puesto en práctica tus mandamientos».
Salmo 119:166
—El pueblo había acampado junto al Sinaí —inició el padre esa mañana—, y allí le habló Dios a Moisés para pedirle que subiera a la montaña, porque deseaba hablar con él. Moisés subió solo hasta una nube que señalaba el lugar donde se encontraba Dios. Después de recibir la instrucción, bajó y se la comunicó a los ancianos de Israel. Estos le dijeron que obedecerían todo lo que Dios había dicho.
—¡Qué privilegio tuvo Moisés de poder hablar con Dios! —comentó Mateo.
—No cualquiera tuvo ese privilegio —dijo el padre—, Dios llegó a decir que con Moisés hablaba cara a cara. Dios amaba a su pueblo y deseaba lo mejor para ellos, pero en Egipto habían llegado a olvidarlo y tenían que volver a reconocerlo como su Dios. Por eso les dio una gran manifestación de su poder. Todos escucharon de lo alto de la montaña el sonido de una trompeta para convocarlos, todos tenían que estar presentes y en orden.
Era importante que comprendieran que todo lo que tiene que ver con Dios es santo y que debían comportarse con reverencia ante su presencia. Seguido de una manifestación poderosa, donde todos temblaron y se postraron reverentes, se escuchó la voz de Dios, que les dio los Diez Mandamientos. Después, Dios le dijo a Moisés que subiera para darle más instrucciones que el pueblo debía seguir. Dios le pidió a Moisés que subiera al monte para darle la ley en unas tablas de piedra. La manifestación de Dios se hizo presente cuando Moisés entró en la nube y allí estuvo en el monte con Dios por cuarenta días. Dios es santo y debemos ser reverentes con todo lo que tiene que ver con él —concluyó el padre.
Tu oración: Querido Dios, ayúdame a ser reverente cuando voy al templo.
¿Sabías qué?
Los israelitas vieron la gloria de Dios como un fuego devorador sobre la parte alta del monte Sinaí.