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Un Dios de oportunidades

Matutinas para Mujeres 2020

Luis Gerardo es un conocido locutor de Radio Lira, la emisora adventista de San José, Costa Rica. En una ocasión, cuando iba de viaje hacia su antigua casa en Cartago, Luis Gerardo sufrió un accidente de auto. Fue a eso de las tres de la tarde. El sol aún brillaba sobre la carretera principal, Flo­rencio del Castillo, cuando, repentinamente, una espesa e inexplicable nebli­na lo cubrió todo. De pronto, no se veía nada. Los acontecimientos se sucedieron tan rápidamente como había llegado la niebla: un hombre de gran estatura chocó contra el parabrisas del automóvil de Luis Gerardo. Se escuchó un fuerte ruido y los vidrios cayeron pulverizados. Cuando Luis Gerardo bajó del auto, vio el cuerpo de aquel desconocido sobre el asfalto.

El hombre al que había atropellado era un joven estudiante de Medicina que, tiempo atrás, se había alejado de los caminos de Dios que un día había conocido. Gracias al Señor, no falleció en aquel atropello, y cada día recibía en su habitación de hospital la visita de Luis Gerardo. Desde aquella cama, y con su salud mermada, el joven recordó los tiempos en que escuchaba Radio Lira, y las oraciones fervientes de Luis Gerardo al aire. Con mansedumbre de espíritu, decidió regresar a la iglesia. Lo mismo hicieron su padre y otros familia­res. Quién iba a imaginar que su atropello sería el instrumento de salvación en la vida de ese hijo de Dios.

Pero así es Jehová: el Dios de las oportunidades. El Dios que permitió que su Hijo viniera a este mundo para que tú y yo, y nuestros descendien­tes, podamos heredar la tierra y disfrutar de completa paz (ver Sal. 37: 11). El Señor que «levanta a los humildes» (Sal. 147: 6); que nos consuela en nuestros dolores y sufrimientos (ver Mat. 5: 4); que hace justicia y salva al oprimido (ver Sal. 76: 9).

Todas necesitamos una segunda oportunidad para hacer las cosas bien, y qué maravilloso es saber que Dios está dispuesto a dárnosla, que «es tan misericordioso y nos amó con un amor tan grande» (Efe. 2: 4). «No hay otro Dios como tú, porque tú perdonas la maldad y olvidas las rebeliones de este pequeño resto de tu pueblo. Tú nos muestras tu amor y no mantienes tu enojo para siempre» (Miq. 7: 18). ¡Gracias!

«El Señor es bueno y justo; él corrige la conducta de los pecadores y guía por su camino a los humildes; ¡los instruye en la justicia!»

(Sal. 25: 8-9).